sábado, 7 de diciembre de 2013
El cura Ilarraz asegura que quisieron "crear la imagen de un monstruo"
Acusado en la Justicia de corrupción de menores, el sacerdote accedió por primera vez a romper su silencio. Dice que fue víctima de un complot y que “el móvil tiene otros intereses”.
La curia de Entre Ríos se vio envuelta en un escándalo cuando una publicación periodística local denunció que, entre los años 1984 y 1992, el cura Justo José Ilarraz (61) habría abusado de unos cincuenta aspirantes a sacerdotes que estaban a su cargo en el Seminario Arquidiocesano de Paraná. En octubre de 2012 se formalizaron siete denuncias en su contra en donde las supuestas víctimas, de entre 13 y 15 años, relataron escenas escalofriantes: “se metía en mi cama”; “me acariciaba”, “me masturbaba”, “nos hacía bañar con él”.
La Justicia lo acusó por el delito de “corrupción de menores agravada por su condición de educador”. Por primera vez desde que estalló el escándalo, Ilarraz decidió dar su versión. Lo hizo por escrito. Y con PERFIL.
El sacerdote respondió una serie de preguntas –pero no todas– que este medio le envió a la casilla de correo de su abogado defensor, Jorge Muñoz, luego de varios meses de gestión. Entre otras cosas aseguró que es “inocente” y redujo el accionar de los siete seminaristas que lo acusaron a “un complot” en su contra con fines “económicos”. Además, entendió que crearon “la figura de un monstruo” y aclaró que “no caminó desnudo” por los pasillos del seminario.
“No quiero acoso periodístico”, le advirtió a su abogado. Sin embargo, y después de varios meses de insistencia, Ilarraz accedió a contestar las preguntas de PERFIL junto a su defensor. “Cuando se realiza una acusación, puede haber una multiplicidad de facetas o intereses para realizarla. Puede moverlos el odio, la venganza o los intereses económicos, entre otros”, analiza Ilarraz desde Tucumán, su lugar de residencia desde 1997.
—¿Se siente responsable de algo?
—Es tremendo lo que armaron estos tipos. Desde que el seminario era un campo de concentración, que comían comida en mal estado, que no tenían libertad, que había todo tipo de práctica personal y comunitaria de abusos repetidos y corrupción a cielo abierto. Es impensable que alguien pueda creer en algo de todo esto, y que haya habido tanta impunidad. Fui reconocido y apreciado por muchísimos seminaristas en los años vividos en el seminario como en los posteriores a mi partida del mismo. El perfil de un pedófilo, dice la ciencia, se lo reconoce en sus hechos y perdura en el tiempo. O sea, no se cura.
—¿Qué piensa del abuso sexual a menores en manos de un sacerdote?
—Cualquier tipo de abuso es una aberración. Pero mucho más cuando hablamos de menores y más aún cuando nos referimos a un educador o a un religioso. Ninguno, en sus cabales normales, podrá decir una cosa contraria. Es un delito aberrante.
—¿Los seminaristas, cuando estaban bajo su supervisión, acostumbraban ingresar a su cuarto?
—Todos los sacerdotes del seminario teníamos dos habitaciones, un escritorio y un dormitorio. Eso quedó muy claro en el testimonio de todos los que pasaron. O sea que el sitio adonde ellos iban era al escritorio donde se hacían reuniones organizativas, lugar donde encontraban al sacerdote para cualquier tipo de consulta. Los denunciantes sitúan tanto este espacio como los dormitorios donde dormían los cincuenta seminaristas y también la batería de baños al final del pabellón. Hasta dijeron que me paseaba desnudo por dichos pabellones comunitarios. En el expediente quedó claro que ninguno de los treinta testigos me vio ni desnudo, ni en ropa interior, ni en ninguna situación extraña. Es una falacia decir todo esto y así querer crear la imagen de un monstruo, de un enfermo, que esperaba “los últimos cuatro o cinco que salían de la ducha para secarlos con la toallita”, como diría un denunciante.
—¿Es culpable o inocente?
—Me dijo una señora el año pasado: “padre usted no tiene que defender su inocencia. Son sus obras y sus años de servicio sacerdotal que atestiguan por usted”. Esta frase me llenó de consuelo y fortaleza. Me conocen hace casi 20 años por esta provincia, siempre cercano a la gente. Pero para que quede muy claro: soy inocente. Además desde el principio mis abogados se encargaron de repetirlo desde el primer momento. Ni la Justicia ha tenido pruebas para incriminarme; ni siquiera los casi treinta testigos que pasaron por el juzgado dijeron algo desfavorable. Por donde me muevo la gente me saluda, me abraza y comparte mi dolor.
Definen la prescripción
Los hechos por los que se lo acusa a Justo José Ilarraz tienen más de veinte años. Por eso, la defensa del sacerdote reclamó la prescripción de la causa. La Sala I de la Cámara del Crimen de Entre Ríos dio lugar al pedido, pero más tarde el Tribunal Superior rechazó esa resolución. Ahora debe ser evaluada nuevamente por otros jueces.
“Confiamos que la nueva sala (la II de la Cámara del Crimen, integrada por Marcela Davite, Ricardo Bonazzola y Marcela Badano) va a rechazar la prescripción y, por fin, esta causa podrá seguir su curso y ser tratada por la denuncia en concreto”, explicó a PERFIL Jorge García, procurador general del Superior Tribunal de Justicia.
García estima que en febrero se conocerá la resolución de la Cámara y si es favorable para los querellantes, el sacerdote será llamado a indagatoria. “Nosotros tenemos pensado llamar a todos los seminaristas que estuvieron bajo la supervisión de Ilarraz durante esos años. Tenemos cincuenta víctimas anotadas y las vamos a llamar”, aseguró.
El Superior Tribunal no opinó sobre la cuestión central de la prescripción, pero anuló la resolución de la Sala I de la Cámara Penal porque sólo emitió opinión sobre dos de las denuncias contra Ilarraz y dejó afuera las cinco restantes.
Publicado: Diario Perfil
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martes, 29 de octubre de 2013
Una familia argentina que creció al estilo Breaking Bad
Breaking Bad, la exitosísima serie estadounidense, tiene su versión real. Y es argentina. Una familia tipo santafesina disparó sus ingresos gracias a un emprendimiento “casero”: una cocina de drogas que presuntamente montó en una casa de un country de la localidad de Funes.
El supuesto cabecilla –que está detenido junto a su esposa y sus dos hijos– es un hombre que vivió sin deudas y con lo justo hasta que presuntamente decidió dedicarse al negocio del narcotráfico. Dueño de una remisería y oportunista. Así se describe Delfín David Zacarías. "Compro casas, las refacciono y las vendo. Entré a la remisería, ascendí a encargado y después me quedé como dueño", contó en alguna oportunidad sobre sí mismo. Bonachón, poeta y adinerado, lo recuerdan las crónicas periodísticas. "La cabeza de la cocina más grande detectada en Argentina". Así lo definió el secretario de Seguridad, Sergio Berni.
Este hombre de 48 años volvió a quedar tras las rejas (ya había cumplido una pena por narcotráfico) al caer el 5 de septiembre pasado en un megaoperativo que empezó en la provincia de Buenos Aires, cuando cargó en su camioneta bidones con acetona, y culminó en su casa en el Country Club de Funes. Pero no estaba solo. Su mujer, Sandra Inés Marín, es la encargada de la remisería “Frecuencia Urbana”, propiedad de la familia. Según declaran, esa empresa sería el motor de los logros económicos que alcanzaron: 24 vehículos, 36 propiedades y 13 cocheras a nombre de la familia. La relación entre Delfín y Sandra comenzó hace más de dos décadas, y juntos tuvieron a Joel (21) y Flavia (24).
La hija es una joven estudiante de una carrera terciaria administrativa y lleva los números de los negocios de su padre. Joel está practicando manejo de grúas para desempeñarse en la constructora de la familia. Hace más de un año inició una relación con Ruth, con quien tuvo una hija, y luego se separó. Fernando Sirio, el abogado de la familia, dijo a PERFIL que está preocupado por la salud del joven (sufre fibrosis quística) porque desde su detención no puede realizar el tratamiento. En Breaking Bad, el hijo del protagonista también sufre una grave enfermedad.
A diferencia de lo que sucede en la serie, el fiscal del caso, Juan Murray, cree que los familiares de Zacarías forman parte de la organización. Habla de “una banda organizada para la producción y la comercialización de estupefacientes”, y explica que “gracias a la información recogida se llegó a establecer que Zacarías no era solamente un mayorista de sustancias estupefacientes, sino un productor”. Además, entiende que Sandra y Joel se encargaban del traslado de precursores químicos y la producción y la distribución de la droga. Flavia es mencionada como “la administradora” que lleva los papeles de la organización y abona las cuentas. Ruth sería informante y productora.
Pero los Zacarías no eligieron una casa rodante para montar la cocina de droga sino, por el contrario, una propiedad en medio del country. Allí se incautó una gran cantidad de droga, más recipientes con precursores químicos, una computadora, dinero, dos prensas hidráulicas y una balanza electrónica. En los distintos allanamientos se detuvo a 12 personas; cuatro recuperaron la libertad, pero al resto se les dictó la prisión preventiva y están detenidos en alcaldías, excepto por Ruth, que obtuvo el beneficio de la prisión domiciliaria para amamantar a su pequeña hija.
viernes, 4 de octubre de 2013
Mató a su compañero después de acusar 20 años de bullying
En el inicio del juicio en su contra, Adrián Molaro (24) describió el momento en el que mató a su ex compañero Alexis Céparo, al que acusa de hostigarlo y maltratarlo desde que iban juntos al jardín de infantes de la localidad entrerriana de Cerrito.
Adrián se reconoció víctima de bullying desde los 4 años pero aseguró que eligió no contárselo a sus familiares y amigos. “Al comienzo eran sólo golpes. Eramos muy chiquitos. Pero cuando crecimos, me escupía, me pegaba; él siempre fue más grande que yo. Al boliche no podía ir porque si me agarraban, me pegaban; en el colegio me empujaba, insultaba a mi familia. Nunca se lo conté a nadie porque no quería involucrar a nadie”, resumió Molaro. El 21 de enero de 2012 le disparó tres tiros. Alexis, de 22 años, murió. Y Adrián fue detenido después de estar veinte días prófugo.
Hace dos semanas comenzó el juicio. Unos treinta testigos describieron a los chicos con personalidades contrapuestas. Hablaron de Alexis como un chico popular entre sus pares, educado y carismático. Era fútbolista, disc jockey y conducía un programa de radio. Adrián era todo lo contrario. Siempre pasaba desapercibido. Era solitario, retraído y fanático de las armas.
El fiscal Rafael Cotorruelo sostuvo que el acusado “atacó a un chico indefenso”. La familia opina que lo asesinó porque “le tenía envidia”. Por su parte, el abogado defensor, Marciano Martínez, explicó que “el bullying es una relación de poder que se ejerce sobre uno, no contra muchos; por eso hay pocos testigos. Es una situación similar a la de la mujer golpeada. Es un joven que por su personalidad, es sujeta a ser víctima de abuso. A Molaro no lo conoce nadie porque siempre fue muy solitario”. Y se sinceró ante PERFIL: “Es un caso complejo”. Los peritos psicólogos concluyeron que Adrián padece un “daño psíquico” por una “vivencia de hostigamiento”.
El padre del acusado declaró en el juicio y recordó el trauma que significó para su hijo el viaje de egresados: “No quería ir a Bariloche. Le dijimos que fuera porque iba a ser su única oportunidad. Pero Adrián no quería porque los otros chicos lo molestaban. Cuando volvió, vino mal y con dolores de cabeza, sólo nos dijo que él ya nos había dicho que no quería ir a ese viaje”.
lunes, 23 de septiembre de 2013
A un mes de la fuga, poco cambió en el penal de Ezeiza
A un mes de la espectacular fuga del penal de Ezeiza las cosas cambiaron poco. Más de la mitad de los presos siguen prófugos y los sistemas tecnológicos de seguridad todavía no fueron reparados. El Servicio Penitenciario Federal (SPF) explicó que los insumos son “costosos y de difícil adquisición”. Lo que sí se modificó es el modo de trabajo: se agudizaron las requisas, los controles a las visitas son más minuciosos y se equipó al personal con elementos básicos de los que carecían.
El sistema carcelario se vio revolucionado cuando se conoció la noticia de la fuga de 13 internos de una cárcel de máxima seguridad. En la celda 22 del pabellón B, del módulo 3, cavaron un pozo de 40 por 22 centímetros. Los brasileños Thiago Ximenez y Renato Dutra Pereira fueron señalados como los ideólogos del plan de fuga. Conocedores de las deficiencias iniciaron la obra durante los festejos por el Día del Niño, y cuando los guardiacárceles y las autoridades estaban abocados a todos los eventos. El 19 de agosto a las 23 escaparon en medio de la oscuridad reinante. Se fueron por el boquete de un metro de largo, corrieron por el predio y cortaron cuatro tejidos de alambre. Las cámaras de seguridad y los sensores perimetrales no funcionaron. Nadie vio nada.
Desde el SPF, a cargo de Alejandro Marambio, informaron a PERFIL: “A la fecha los equipos de seguridad continúan sin funcionar. Esta información ya había sido adelantada al momento de producirse la evasión y se aclaró que los insumos para las reparaciones eran costosos y de difícil adquisición”. El encargado de aclarar este asunto fue el entonces jefe del SPF Víctor Hortel, quien al día siguiente de conocerse la noticia renunció a su cargo porque entendió que era el “máximo responsable” de la fuga. En una conferencia de prensa explicó que los sensores perimetrales no se activaron porque “estaban fuera de funcionamiento por la falta de mantenimiento y porque no se conseguían repuestos, que eran españoles”.
El SPF prefirió no referirse a las medidas de seguridad implementadas luego de la evasión. Al respecto dijeron que “por cuestiones sensibles a la seguridad del establecimiento, no se dará información”. PERFIL pudo saber que se agudizaron las requisas, las recorridas por turnos y que se incrementaron los patrullajes. “Antes hacíamos una recorrida en el pabellón por turno o no se hacía, pero ahora se recorre el lugar entre tres y cuatro veces por turno. Las requisas también se incrementaron”, destaca un guardiacárcel consultado por este diario. “Todavía no hubo modificaciones en los sistemas tecnológicos, pero se equipó al personal. Nos dieron una linterna de alto alcance, botas y pilotos para la lluvia. Elementos básicos con los que no contábamos antes. Hay más patrullajes por el predio y circulan cuatriciclos que antes no se veían”, reconoce.
Por su parte, los presos manifestaron sus quejas por la designación de Marambio, los cambios operativos en el penal y hablaron de políticas represivas en un comunicado de prensa que publicó el diario Tiempo Argentino: “Para los familiares que nos visitan implementaron como metodología requisas excesivas, innecesarias e inmorales, maltrato verbal, rotura de la mercadería que con mucho esfuerzo las familias intentan hacer llegar, prohibición de ingreso de artículos que hasta hace algunos días estaban autorizados”.
Hoy se cumplen 33 días de la fuga del penal y todavía hay siete prófugos que no fueron recapturados. Los internos del módulo 3 que no escaparon fueron trasladados al módulo de ingreso, y éstos reubicados en donde se produjo la fuga. Todo sigue funcionando, pero con algunos boquetes por tapar.
El sistema carcelario se vio revolucionado cuando se conoció la noticia de la fuga de 13 internos de una cárcel de máxima seguridad. En la celda 22 del pabellón B, del módulo 3, cavaron un pozo de 40 por 22 centímetros. Los brasileños Thiago Ximenez y Renato Dutra Pereira fueron señalados como los ideólogos del plan de fuga. Conocedores de las deficiencias iniciaron la obra durante los festejos por el Día del Niño, y cuando los guardiacárceles y las autoridades estaban abocados a todos los eventos. El 19 de agosto a las 23 escaparon en medio de la oscuridad reinante. Se fueron por el boquete de un metro de largo, corrieron por el predio y cortaron cuatro tejidos de alambre. Las cámaras de seguridad y los sensores perimetrales no funcionaron. Nadie vio nada.
Desde el SPF, a cargo de Alejandro Marambio, informaron a PERFIL: “A la fecha los equipos de seguridad continúan sin funcionar. Esta información ya había sido adelantada al momento de producirse la evasión y se aclaró que los insumos para las reparaciones eran costosos y de difícil adquisición”. El encargado de aclarar este asunto fue el entonces jefe del SPF Víctor Hortel, quien al día siguiente de conocerse la noticia renunció a su cargo porque entendió que era el “máximo responsable” de la fuga. En una conferencia de prensa explicó que los sensores perimetrales no se activaron porque “estaban fuera de funcionamiento por la falta de mantenimiento y porque no se conseguían repuestos, que eran españoles”.
El SPF prefirió no referirse a las medidas de seguridad implementadas luego de la evasión. Al respecto dijeron que “por cuestiones sensibles a la seguridad del establecimiento, no se dará información”. PERFIL pudo saber que se agudizaron las requisas, las recorridas por turnos y que se incrementaron los patrullajes. “Antes hacíamos una recorrida en el pabellón por turno o no se hacía, pero ahora se recorre el lugar entre tres y cuatro veces por turno. Las requisas también se incrementaron”, destaca un guardiacárcel consultado por este diario. “Todavía no hubo modificaciones en los sistemas tecnológicos, pero se equipó al personal. Nos dieron una linterna de alto alcance, botas y pilotos para la lluvia. Elementos básicos con los que no contábamos antes. Hay más patrullajes por el predio y circulan cuatriciclos que antes no se veían”, reconoce.
Por su parte, los presos manifestaron sus quejas por la designación de Marambio, los cambios operativos en el penal y hablaron de políticas represivas en un comunicado de prensa que publicó el diario Tiempo Argentino: “Para los familiares que nos visitan implementaron como metodología requisas excesivas, innecesarias e inmorales, maltrato verbal, rotura de la mercadería que con mucho esfuerzo las familias intentan hacer llegar, prohibición de ingreso de artículos que hasta hace algunos días estaban autorizados”.
Hoy se cumplen 33 días de la fuga del penal y todavía hay siete prófugos que no fueron recapturados. Los internos del módulo 3 que no escaparon fueron trasladados al módulo de ingreso, y éstos reubicados en donde se produjo la fuga. Todo sigue funcionando, pero con algunos boquetes por tapar.
La inundación en el Hospital Español
“Se inundó el corazón del hospital, pero lo vamos a recuperar”. El brillo en los ojos de cada uno de los empleados del Hospital Español de La Plata refleja una mezcla de tristeza y convicción. Imaginan las pérdidas millonarias que significará la recuperación de las máquinas que quedaron bajo el agua, pero muestran su compromiso para poner en orden el lugar para que el edificio de más de setenta años de antigüedad vuelva a funcionar.
“No tuvimos víctimas porque era feriado, porque en el subsuelo siempre hay mucha gente en los consultorios. Rescatamos a un empleado que había quedado atrapado. El agua llegó al techo en poco tiempo”, contó a PERFIL una enfermera. Unos cien pacientes fueron derivados en medio de la lluvia, y la atención médica quedó suspendida.
Las marcas de un agua gris que los sorprendió en segundos decoran por completo las paredes del subsuelo del hospital sobre la calle 9 al 170. Todo está revuelto allí. El martes pasado alrededor de las 17 una correntada violenta llenó la parte baja donde se encuentran consultorios, el buffet, la cocina y las maquinarias de alta tecnología. Todo quedó bajo el agua y de repente se hizo de noche. El generador de electricidad, que también se encontraba en ese lugar, explotó. El caos comenzaba. “Nos sorprendió el agua y de inmediato tuvimos que implementar un plan y reunir un comité de crisis. Las personas que estaban en el subsuelo nadaron para salir porque el agua llegó al techo y empezamos a clasificar a los pacientes según el riesgo que corrían. Los bebés de neonatología y los internados en terapia intensiva fueron los primeros en ser derivados”, narra el director médico, Pedro Belloni. Según relató otro médico a PERFIL, fue el propio jefe de neonatología quien trasladó a los once bebés internados en el sector en su camioneta, en plena madrugada. Todos trabajaron en equipo.
Ecografía, tomografía, hemoterapia, medicina nuclear, dietoterapia son algunos de los servicios que se ofrecían en el subsuelo. Las bombas tardaron 36 horas en desagotar el agua que inundaba el subsuelo, y luego se pusieron a limpiar el lugar los médicos, enfermeros, paramédicos y personal auxiliar. Con barbijos, guantes, secadores y botas se pusieron en campaña para reacondicionar el sector.
Las cifras de las pérdidas económicas podría ascender a US$ 5 millones, arriesgan desde el hospital. “Pero todavía hay que evaluar, esperar que las máquinas se sequen y los técnicos vengan a analizarlas. Tenemos fe en que podremos recuperarlas”, se convence el subgerente del Español, Pablo Navajas, quien recorrió el subsuelo con PERFIL.
El plan es empezar con la atención en consultorios externos, en esta semana, y de a poco ir sumando espacios. “Los gallegos somos testarudos y positivos por eso creemos que en tres meses vamos a poder ser el centro de salud que éramos”, proyecta Navajas. “Estamos preparados para salir de la crisis”, concluyó.
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martes, 3 de septiembre de 2013
"Vos vendé lo que sea", exigía el falso pastor a Sonia Molina
Con el pelo extremadamente lacio y un maletín oscuro llegó Jesús Olivera a Río Colorado a mediados de 2010. Se presentó como pastor y Sonia Molina lo hospedó en su casa en el barrio de Villa Mitre donde vivía con su hija de 10 años. “Con una gran oratoria, prolijo, pero extraño”, lo recuerdan quienes lo vieron por allí. Al parecer, el único objetivo de Olivera era recaudar dinero para la construcción de una supuesta iglesia. Sonia vendió todas sus pertenencias, “para ser mejor persona”.
“El le hizo vender todo: el auto, la moto, muebles y hasta su casa dos veces”, cuenta Ana María, su cuñada. “Le decía que si se desprendía de sus cosas y ayudaba a la iglesia que iba a construir en Coronel Suárez para los más necesitados ella iba a ser mejor persona, a ser alguien en la vida y que la iba a ayudar a cumplir su sueño de ser abogada”, explica.
La familia de Sonia no confiaba en Olivera y esto hizo que la mujer comenzara a alejarse de ellos. Hasta que se fue, supuestamente, a estudiar a La Pampa. Pero hace tres meses la fiscalía de Choele Choel ordenó la búsqueda de su paradero por una denuncia de estafa. Ella había vendido su casa a dos personas distintas. Ambos la denunciaron.
“Ella estaba muy apurada por vender porque se iba a ir de Río Colorado. A nosotros nos pareció una buena oportunidad. Nos pidió cincuenta mil pesos y al final la vendió a cuarenta. Le dimos en efectivo diez mil y el resto en cheques. Pero a los pocos días me pidió que le cambiásemos los cheques por la plata y lo hicimos”, cuenta Víctor Ansaldo a PERFIL. La venta se realizó en julio pasado y Víctor comenzó a acondicionarla. “Un día aparece un hombre llamado Santiago y nos dice que él había comprado la casa en mayo. Nos mostró la mitad de los papeles de la propiedad, el resto los teníamos nosotros”, explica. Ambos buscaban explicaciones por lo sucedido, pero en ese momento Sonia había desaparecido.
El lunes pasado se conoció lo ocurrido con ella: había estado secuestrada tres meses en la casa de la periodista Estefanía Heit y su pareja, el falso pastor Olivera, en Coronel Suárez. Allí fue víctima de todo tipo de abusos y maltratos. “Hoy es una víctima en Suárez, pero acá tiene pedido de captura. Sólo espero que se recupere y después solucione este problema”, ruega Víctor.
Hoy todos comprenden que esa venta ilegal se debió a la manipulación que ejercía Olivera sobre Sonia, quien la impulsaba a una búsqueda desesperada de efectivo. “Ella lo admiraba”, explicó su mamá Mónica. Y los mensajes de texto que se intercambiaba con Olivera, difundidos por el diario Río Negro, son una muestra de la presión psicológica que sufría. “No sé cómo pero juntá eso que vas a salir adelante. Vos vendé lo que sea”, le ordena Olivera.
Antes le habla del espíritu, la fortaleza y de la ayuda que él le quería dar para que progresara en la vida. “Lo teórico te lo voy a explicar más adelante con tu vida y tu testimonio. Vas a cambiar; vos sólo hacé caso. Nosotros verdaderamente queremos lo mejor y queremos ayudarte, no somos como los demás pastores”. Además le consulta sobre el estado de la venta de unos muebles, lo que le quedaba después de la venta de la casa de Sonia. “¿Te fijaste cuánto vas a pedir? Mirá con la moto y 2 mil compramos un auto. Dictaminamos que este mes hay que comprarlo sí o sí. Entendés, porque no se puede terminar sin auto el año. Vos tenías un auto y se vendió”. Sonia responde que hará lo posible para cumplir el objetivo de la pareja. “Tenés que agarrar un trabajo para llegar, pero si vos no lo crees se nos pasa el mes”, remata Olivera.
Alan fue uno de los vecinos de la familia Molina que conoció a Olivera. “Él entró muy canchero a mi casa, con un maletín. Supuestamente era pastor y productor musical y venía a verme”, recuerda. Le propuso instalar un estudio de grabación en Río Colorado. “El problema era que yo tenía que poner la plata. ‘Es una inversión a futuro, después vas a ver los frutos’, me decía”, cuenta el joven. “Lo terminé echando porque sentí que me estaba cargando. Ahora entiendo porqué no estaba interesado en mi música”.
Publicado en diario Perfil.
Femicidio: cinco chicos se quedan sin su mamá cada semana
“Para el cumpleaños me pidió una foto de su mamá para ponerla en la mesita de luz y darle un beso todas las noches”. A los seis años, Rodrigo perdió a su mamá, y su papá está siendo investigado por el supuesto homicidio.
Rodrigo es hijo de Paula González, la joven embarazada de 21 años que murió el 22 de junio pasado en la ciudad de La Plata por las graves quemaduras que sufrió durante una discusión que mantuvo con su pareja. Pero además es uno de los 161 chicos que quedaron huérfanos en los primeros seis meses del año, víctimas del femicidio.
El dato surge de un relevamiento realizado por la ONG La Casa del Encuentro, al que tuvo acceso PERFIL. De la totalidad de los casos reportados sobresale que más de la mitad de los casos (95) son menores de 18 años.
“Notamos el año pasado que no había un registro de niños, a lo que nosotros calificamos ‘víctimas colaterales’, que a partir de la muerte de sus madres quedan desprotegidos. En la mayoría de los casos esos chicos terminan siendo criados por los homicidas de sus madres”, explica a este diario Ada Beatriz Rico, directora del Observatorio de Femicidios en la Argentina.
“Mi papá Dani prendió fuego a mi mamá”, repite una y otra vez Rodrigo, el más grande de los tres hijos de Paula González, de 21 años. Nazareno, de tres, y Mia de 18 meses son muy chiquitos para entender. “No quiero ver a mi papá, porque no está mi mamá. Yo vi cuando la quemó, y cuando a mi mamá se le caía la piel”, recuerda el nene, según cuenta a PERFIL Débora, una de las hermanas de Paula.
La chica estuvo agonizando ocho días en el Policlínico San Martín de la ciudad de La Plata. Allí llegó con un embarazo de siete meses y el setenta por ciento de su cuerpo quemado. Pero no resistió. El 22 de junio pasado falleció a raíz de las gravísimas lesiones que había sufrido. Los nenes quedaron al cuidado de sus tías.
“Mi casa parece una guardería pero nos arreglamos. Todos los días tengo la sensación de que los estoy cuidando un rato y que Paula los va a venir a buscar”, se lamenta Débora. “Nosotras no vamos a permitir que ellos vuelvan con su padre, porque cómo los va a criar si ni siquiera llevan su apellido. Mis sobrinos no van a crecer con una persona así, queremos que estudien y sean personas de bien”, reflexiona Patricia, otra de las hermanas de la víctima.
El caso de la chica decapitada. Solange Aguirre tenía 22 años. Estuvo desaparecida cuatro días. El domingo 9 de septiembre pasado su cuerpo fue encontrado decapitado en la provincia de Entre Ríos. Su pareja, Alejandro Reynoso, que en un primer momento había negado cualquier vinculación con el caso, terminó confesando el crimen para despegar a su hijo, también detenido por el caso.
“Solange dejó dos hijos, Agustín, de 5 años, y Lara, de dos. La nena todavía no entiende qué es lo que pasó, pero Agus sí. El nos vio llorar y nos acompañó a las marchas que hacíamos cuando ella estaba desaparecida”, describe Graciela, la mamá. “Agus pregunta por su mamá, pero todavía no pudimos decirle que ya no está. Sabemos que tenemos que decirle la verdad, así él deja de esperarla, pero todavía no tenemos la fuerza para hacerlo”, completa Vanesa, tía de los nenes.
“La Negra se fue”. Ese fue el mensaje que recibió Alejandra Pereyra, mamá de Mariana, el pasado 14 de marzo. Patrulleros rodeaban la casa en la que vivía la joven de 20 años, junto a su pareja, Gabriel Maldonado, y sus tres hijos: Bautista (5), Lautaro (3) y Aimara (diez meses), en el barrio platense de Villa Elvira. “Pensé que iba a encontrarla, una vez más, toda golpeada, lastimada, pero viva”, recuerda Alejandra. Pero no fue así: estaba ahorcada.
“Mi hija no hubiese tomado esa decisión delante de sus hijos, estoy segura de que fue él. Se investiga si la instó a que lo hiciera”, destaca. El acusado está detenido, y a seis meses la muerte de la chica se investiga si se trató de un suicidio o un homicidio. “Bautista me cuenta que fue Maldonado. Con sus pocas palabras me dice que él la mató y señala la viga”, cuenta la mujer. “Ese mismo día se subió a una sillita para intentar sostener a su mamá. El le tenía mucho miedo a Maldonado, y siempre que Mariana era golpeada él se escondía debajo de la mesa”.
Publicado diario Perfil.
Rodrigo es hijo de Paula González, la joven embarazada de 21 años que murió el 22 de junio pasado en la ciudad de La Plata por las graves quemaduras que sufrió durante una discusión que mantuvo con su pareja. Pero además es uno de los 161 chicos que quedaron huérfanos en los primeros seis meses del año, víctimas del femicidio.
El dato surge de un relevamiento realizado por la ONG La Casa del Encuentro, al que tuvo acceso PERFIL. De la totalidad de los casos reportados sobresale que más de la mitad de los casos (95) son menores de 18 años.
“Notamos el año pasado que no había un registro de niños, a lo que nosotros calificamos ‘víctimas colaterales’, que a partir de la muerte de sus madres quedan desprotegidos. En la mayoría de los casos esos chicos terminan siendo criados por los homicidas de sus madres”, explica a este diario Ada Beatriz Rico, directora del Observatorio de Femicidios en la Argentina.
“Mi papá Dani prendió fuego a mi mamá”, repite una y otra vez Rodrigo, el más grande de los tres hijos de Paula González, de 21 años. Nazareno, de tres, y Mia de 18 meses son muy chiquitos para entender. “No quiero ver a mi papá, porque no está mi mamá. Yo vi cuando la quemó, y cuando a mi mamá se le caía la piel”, recuerda el nene, según cuenta a PERFIL Débora, una de las hermanas de Paula.
La chica estuvo agonizando ocho días en el Policlínico San Martín de la ciudad de La Plata. Allí llegó con un embarazo de siete meses y el setenta por ciento de su cuerpo quemado. Pero no resistió. El 22 de junio pasado falleció a raíz de las gravísimas lesiones que había sufrido. Los nenes quedaron al cuidado de sus tías.
“Mi casa parece una guardería pero nos arreglamos. Todos los días tengo la sensación de que los estoy cuidando un rato y que Paula los va a venir a buscar”, se lamenta Débora. “Nosotras no vamos a permitir que ellos vuelvan con su padre, porque cómo los va a criar si ni siquiera llevan su apellido. Mis sobrinos no van a crecer con una persona así, queremos que estudien y sean personas de bien”, reflexiona Patricia, otra de las hermanas de la víctima.
El caso de la chica decapitada. Solange Aguirre tenía 22 años. Estuvo desaparecida cuatro días. El domingo 9 de septiembre pasado su cuerpo fue encontrado decapitado en la provincia de Entre Ríos. Su pareja, Alejandro Reynoso, que en un primer momento había negado cualquier vinculación con el caso, terminó confesando el crimen para despegar a su hijo, también detenido por el caso.
“Solange dejó dos hijos, Agustín, de 5 años, y Lara, de dos. La nena todavía no entiende qué es lo que pasó, pero Agus sí. El nos vio llorar y nos acompañó a las marchas que hacíamos cuando ella estaba desaparecida”, describe Graciela, la mamá. “Agus pregunta por su mamá, pero todavía no pudimos decirle que ya no está. Sabemos que tenemos que decirle la verdad, así él deja de esperarla, pero todavía no tenemos la fuerza para hacerlo”, completa Vanesa, tía de los nenes.
“La Negra se fue”. Ese fue el mensaje que recibió Alejandra Pereyra, mamá de Mariana, el pasado 14 de marzo. Patrulleros rodeaban la casa en la que vivía la joven de 20 años, junto a su pareja, Gabriel Maldonado, y sus tres hijos: Bautista (5), Lautaro (3) y Aimara (diez meses), en el barrio platense de Villa Elvira. “Pensé que iba a encontrarla, una vez más, toda golpeada, lastimada, pero viva”, recuerda Alejandra. Pero no fue así: estaba ahorcada.
“Mi hija no hubiese tomado esa decisión delante de sus hijos, estoy segura de que fue él. Se investiga si la instó a que lo hiciera”, destaca. El acusado está detenido, y a seis meses la muerte de la chica se investiga si se trató de un suicidio o un homicidio. “Bautista me cuenta que fue Maldonado. Con sus pocas palabras me dice que él la mató y señala la viga”, cuenta la mujer. “Ese mismo día se subió a una sillita para intentar sostener a su mamá. El le tenía mucho miedo a Maldonado, y siempre que Mariana era golpeada él se escondía debajo de la mesa”.
Publicado diario Perfil.
El tirador salteño actuó influenciado por la masacre de Denver
Lo primero que hizo fue tirar una lata de gas. Y enseguida empezó a disparar. Las personas que asistían al estreno mundial de la última saga de Batman, en Denver, Estados Unidos, pensaron que todo eso era parte del show. Pero no. Esa noche James Holmes se ganó un lugar de privilegio en la galería del terror norteamericana: mató a doce personas e hirió a unas sesenta.
Federico Pacheco, un joven salteño de 18 años, siguió de cerca el caso y con el tiempo se convenció de que él podría hacer lo mismo en la ciudad de Orán. Según los investigadores, la masacre del pasado 20 de julio actuó como disparador en el ataque que llevó a cabo el último jueves, y en el que baleó a un policía. “Pacheco contó que veía mucha televisión y navegaba por internet. Lo que pasó en el cine y otros casos que son más frecuentes allá lo inspiraron”, reconoció a PERFIL un vocero vinculado a la causa.
Según pudieron reconstruir los investigadores, el tirador le compró el rifle a Ismael Cadil, un presunto traficante de armas, quien además le vendió dos cargadores con veinte cartuchos y una caja con cincuenta proyectiles.
Federico tenía como objetivo “convertirse en el asesino más notable de Argentina”. Y para ello entendió que la fiesta patronal de Colonia Santa Rosa reunía las condiciones para llevar adelante su plan. Es que allí se iba a reunir mucha gente. Se esperaba a más de 1.500 personas.
Psicópata argentino. James Holmes se tiñó de rojo y se colocó la careta del Guasón, uno de los villanos más famosos de las sagas de Batman. Federico también cambió su cabello a colorado pero además “tenía las cejas arqueadas y pintadas como el Guasón”, según aseguraron fuentes policiales. Holmes hizo humo y disparó. Federico, en cambio, no pudo terminar con su plan.
Psicópata argentino. James Holmes se tiñó de rojo y se colocó la careta del Guasón, uno de los villanos más famosos de las sagas de Batman. Federico también cambió su cabello a colorado pero además “tenía las cejas arqueadas y pintadas como el Guasón”, según aseguraron fuentes policiales. Holmes hizo humo y disparó. Federico, en cambio, no pudo terminar con su plan.
Se vistió de negro, abrió la funda de una guitarra y guardó prolijamente el rifle con las municiones. A las 11.30 de ese jueves festivo ingresó al predio de la Municipalidad de Colonia, subió al edificio y buscó el mejor lugar para tener en la mira a los grupos de jóvenes que se preparaban para desfilar. Sacó el arma y disparó, pero las balas no salieron. “¿Qué haces?”, gritó el comisario Luis Aberaztain, que se encontraba en el lugar con su esposa.
Aberaztain se le abalanzó y recibió un balazo. Se quedó con el rifle entre sus manos y se desmayó. Federico corrió pero fue atrapado por otro policía. El juez Oscar Blanco dispuso su detención. “Pidió perdón por haber lastimado al comisario, porque él quería matar a los jóvenes”, describe a PERFIL el jefe policial de Salta, Marcelo Lami. “Quería vengarse de todos los que se burlaron de él”, explica.
Inés Marquiegui llora y no entiende lo que le pasó a su hijo. “A las 11 me fui de casa y desperté a Federico para preguntarle si iría al desfile. Me contestó que tomaría el desayuno e iría”, le cuenta la mujer al diario El Tribuno. Más tarde, un hermano de la mujer la llamó para contarle que Federico había baleado a una persona. Se desesperó. “Estaba como todos los días, tranquilo. Si hubiera planeado algo calculo que otra hubiera sido su conducta”, dice.
La mujer asegura que su hijo no tenía armas y que ella se encargaba de controlarlo desde que hirió a un chico de 12 con una estrella ninja. “Nunca imaginé que pudiera salir con un arma a matar gente”, se sorprendió. Pero Federico lo hizo, lo confesó y por milagro sólo una de sus balas se disparó. La reacción del comisario evitó una masacre como la de Denver.
La obra cumbre del “Guasón”
El 20 de julio pasado James Holmes (24) ingresó a la sala de un cine de Denver y comenzó a disparar a mansalva con una escopeta Remington, un rifle semiautomático Smith & Wesson y una pistola Glock calibre .40. Mató a 12 personas e hirió a otras 58. El día no había sido escogido al azar. Se trataba del estreno de la película The Knight Man Rises y el autor de la masacre se identificaba con el Guasón, uno de los enemigos de Batman. Llevaba el pelo teñido de colorado, emulando al villano.
Holmes planeó los crímenes durante cuatro meses cuando compró por internet 3.000 balas para pistola, 3.000 cartuchos para el rifle semiautomático y 350 proyectiles para escopeta.
Sigue grave el policía
El policía héroe de toda esta historia de terror todavía está luchando por su vida. El comisario Luis Aberaztain fue trasladado del hospital San Vicente de Paul al sanatorio Del Carmen, en la capital salteña. Su estado es crítico. La bala que le ingresó por el costado izquierdo, por la zona lumbar, le atravesó el intestino, el colon y un riñón. Además tocó una arteria que le produjo una hemorragia interna.
Según sus allegados, su mujer María Rosa Bordón y sus hijos no se separan de su lado. En estos días deberán intervenirlo quirúrgicamente por una distensión abdominal. “Está en terapia intensiva, en estado crítico. Ayer –por el viernes– pudo hablar algo, pero está muy sedado”, explicó a PERFIL el jefe policial de Salta, Marcelo Lami. “Su accionar fue honrado y de esa manera evitó una masacre”, concluye. Aberaztain se quedó con el rifle en la mano, y automáticamente se desplomó.
Los antecedentes. Seis años después sigue el debate por el estado mental de Martín Ríos.
La historia criminal argentina tiene un breve capítulo dedicado a tiradores seriales, una conducta poco habitual si se compara con los antecedentes que existen en otros países.
El 6 de julio de 2006 Martín Ríos se convirtió en “el tirador de Belgrano” cuando se detuvo en avenida Cabildo a 1700 y comenzó a disparar. La ráfaga de tiros alcanzó a Alfredo Marcenac, un joven de 18 años, quien resultó la víctima fatal del tirador acusado de otros tres ataques en Belgrano: contra un colectivo de la línea 67 en el que hirió a dos personas, contra una confitería donde baleó a una chica de 17 años, y contra un tren en movimiento donde no hubo heridos.
Ríos fue declarado inimputable y recluido en el Borda. Adrián Marcenac, padre de Alfredo, cree que “la exaltación de los crímenes por parte de los medios de comunicación, los juegos violentos y el cine afectan las mentes desequilibradas”.
En octubre de 2011, Walter L., de 17 años, fue condenado por el homicidio de Francisco Ida. Pese a que el menor insiste con su inocencia, se ganó el apodo de “Tirador de Morón” luego de ser detenido. El hecho ocurrió el 31 de octubre de 2010, cuando una persona disparó desde un auto blanco. Los proyectiles impactaron en Ida e hirieron a Carlos Moyano.
En octubre de 2011, Walter L., de 17 años, fue condenado por el homicidio de Francisco Ida. Pese a que el menor insiste con su inocencia, se ganó el apodo de “Tirador de Morón” luego de ser detenido. El hecho ocurrió el 31 de octubre de 2010, cuando una persona disparó desde un auto blanco. Los proyectiles impactaron en Ida e hirieron a Carlos Moyano.
Pero quizás los hermanos Bertuzzi sean los más recordados. En mayo de 2005, Alberto y Lino fueron detenidos después de que un colectivo fuera atacado a perdigonadas en Rosario. Los investigadores comenzaron a seguir la pista del “Loco de la Escopeta” en noviembre de 1992, cuando una maestra fue baleada. A los Bertuzzi se les atribuyeron más de cien hechos similares, entre ellos el homicidio de una nena de 12 años en abril de 2005. Ninguno de ellos pudo probarse. Lino fue condenado por el ataque al colectivo y obtuvo la libertad condicional en 2010. Alberto fue declarado inimputable e internado en un neuropsiquiátrico.
Publicado en diario Perfil.
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