“Para el cumpleaños me pidió una foto de su mamá para ponerla en la mesita de luz y darle un beso todas las noches”. A los seis años, Rodrigo perdió a su mamá, y su papá está siendo investigado por el supuesto homicidio.
Rodrigo es hijo de Paula González, la joven embarazada de 21 años que murió el 22 de junio pasado en la ciudad de La Plata por las graves quemaduras que sufrió durante una discusión que mantuvo con su pareja. Pero además es uno de los 161 chicos que quedaron huérfanos en los primeros seis meses del año, víctimas del femicidio.
El dato surge de un relevamiento realizado por la ONG La Casa del Encuentro, al que tuvo acceso PERFIL. De la totalidad de los casos reportados sobresale que más de la mitad de los casos (95) son menores de 18 años.
“Notamos el año pasado que no había un registro de niños, a lo que nosotros calificamos ‘víctimas colaterales’, que a partir de la muerte de sus madres quedan desprotegidos. En la mayoría de los casos esos chicos terminan siendo criados por los homicidas de sus madres”, explica a este diario Ada Beatriz Rico, directora del Observatorio de Femicidios en la Argentina.
“Mi papá Dani prendió fuego a mi mamá”, repite una y otra vez Rodrigo, el más grande de los tres hijos de Paula González, de 21 años. Nazareno, de tres, y Mia de 18 meses son muy chiquitos para entender. “No quiero ver a mi papá, porque no está mi mamá. Yo vi cuando la quemó, y cuando a mi mamá se le caía la piel”, recuerda el nene, según cuenta a PERFIL Débora, una de las hermanas de Paula.
La chica estuvo agonizando ocho días en el Policlínico San Martín de la ciudad de La Plata. Allí llegó con un embarazo de siete meses y el setenta por ciento de su cuerpo quemado. Pero no resistió. El 22 de junio pasado falleció a raíz de las gravísimas lesiones que había sufrido. Los nenes quedaron al cuidado de sus tías.
“Mi casa parece una guardería pero nos arreglamos. Todos los días tengo la sensación de que los estoy cuidando un rato y que Paula los va a venir a buscar”, se lamenta Débora. “Nosotras no vamos a permitir que ellos vuelvan con su padre, porque cómo los va a criar si ni siquiera llevan su apellido. Mis sobrinos no van a crecer con una persona así, queremos que estudien y sean personas de bien”, reflexiona Patricia, otra de las hermanas de la víctima.
El caso de la chica decapitada. Solange Aguirre tenía 22 años. Estuvo desaparecida cuatro días. El domingo 9 de septiembre pasado su cuerpo fue encontrado decapitado en la provincia de Entre Ríos. Su pareja, Alejandro Reynoso, que en un primer momento había negado cualquier vinculación con el caso, terminó confesando el crimen para despegar a su hijo, también detenido por el caso.
“Solange dejó dos hijos, Agustín, de 5 años, y Lara, de dos. La nena todavía no entiende qué es lo que pasó, pero Agus sí. El nos vio llorar y nos acompañó a las marchas que hacíamos cuando ella estaba desaparecida”, describe Graciela, la mamá. “Agus pregunta por su mamá, pero todavía no pudimos decirle que ya no está. Sabemos que tenemos que decirle la verdad, así él deja de esperarla, pero todavía no tenemos la fuerza para hacerlo”, completa Vanesa, tía de los nenes.
“La Negra se fue”. Ese fue el mensaje que recibió Alejandra Pereyra, mamá de Mariana, el pasado 14 de marzo. Patrulleros rodeaban la casa en la que vivía la joven de 20 años, junto a su pareja, Gabriel Maldonado, y sus tres hijos: Bautista (5), Lautaro (3) y Aimara (diez meses), en el barrio platense de Villa Elvira. “Pensé que iba a encontrarla, una vez más, toda golpeada, lastimada, pero viva”, recuerda Alejandra. Pero no fue así: estaba ahorcada.
“Mi hija no hubiese tomado esa decisión delante de sus hijos, estoy segura de que fue él. Se investiga si la instó a que lo hiciera”, destaca. El acusado está detenido, y a seis meses la muerte de la chica se investiga si se trató de un suicidio o un homicidio. “Bautista me cuenta que fue Maldonado. Con sus pocas palabras me dice que él la mató y señala la viga”, cuenta la mujer. “Ese mismo día se subió a una sillita para intentar sostener a su mamá. El le tenía mucho miedo a Maldonado, y siempre que Mariana era golpeada él se escondía debajo de la mesa”.
Publicado diario Perfil.
Rodrigo es hijo de Paula González, la joven embarazada de 21 años que murió el 22 de junio pasado en la ciudad de La Plata por las graves quemaduras que sufrió durante una discusión que mantuvo con su pareja. Pero además es uno de los 161 chicos que quedaron huérfanos en los primeros seis meses del año, víctimas del femicidio.
El dato surge de un relevamiento realizado por la ONG La Casa del Encuentro, al que tuvo acceso PERFIL. De la totalidad de los casos reportados sobresale que más de la mitad de los casos (95) son menores de 18 años.
“Notamos el año pasado que no había un registro de niños, a lo que nosotros calificamos ‘víctimas colaterales’, que a partir de la muerte de sus madres quedan desprotegidos. En la mayoría de los casos esos chicos terminan siendo criados por los homicidas de sus madres”, explica a este diario Ada Beatriz Rico, directora del Observatorio de Femicidios en la Argentina.
“Mi papá Dani prendió fuego a mi mamá”, repite una y otra vez Rodrigo, el más grande de los tres hijos de Paula González, de 21 años. Nazareno, de tres, y Mia de 18 meses son muy chiquitos para entender. “No quiero ver a mi papá, porque no está mi mamá. Yo vi cuando la quemó, y cuando a mi mamá se le caía la piel”, recuerda el nene, según cuenta a PERFIL Débora, una de las hermanas de Paula.
La chica estuvo agonizando ocho días en el Policlínico San Martín de la ciudad de La Plata. Allí llegó con un embarazo de siete meses y el setenta por ciento de su cuerpo quemado. Pero no resistió. El 22 de junio pasado falleció a raíz de las gravísimas lesiones que había sufrido. Los nenes quedaron al cuidado de sus tías.
“Mi casa parece una guardería pero nos arreglamos. Todos los días tengo la sensación de que los estoy cuidando un rato y que Paula los va a venir a buscar”, se lamenta Débora. “Nosotras no vamos a permitir que ellos vuelvan con su padre, porque cómo los va a criar si ni siquiera llevan su apellido. Mis sobrinos no van a crecer con una persona así, queremos que estudien y sean personas de bien”, reflexiona Patricia, otra de las hermanas de la víctima.
El caso de la chica decapitada. Solange Aguirre tenía 22 años. Estuvo desaparecida cuatro días. El domingo 9 de septiembre pasado su cuerpo fue encontrado decapitado en la provincia de Entre Ríos. Su pareja, Alejandro Reynoso, que en un primer momento había negado cualquier vinculación con el caso, terminó confesando el crimen para despegar a su hijo, también detenido por el caso.
“Solange dejó dos hijos, Agustín, de 5 años, y Lara, de dos. La nena todavía no entiende qué es lo que pasó, pero Agus sí. El nos vio llorar y nos acompañó a las marchas que hacíamos cuando ella estaba desaparecida”, describe Graciela, la mamá. “Agus pregunta por su mamá, pero todavía no pudimos decirle que ya no está. Sabemos que tenemos que decirle la verdad, así él deja de esperarla, pero todavía no tenemos la fuerza para hacerlo”, completa Vanesa, tía de los nenes.
“La Negra se fue”. Ese fue el mensaje que recibió Alejandra Pereyra, mamá de Mariana, el pasado 14 de marzo. Patrulleros rodeaban la casa en la que vivía la joven de 20 años, junto a su pareja, Gabriel Maldonado, y sus tres hijos: Bautista (5), Lautaro (3) y Aimara (diez meses), en el barrio platense de Villa Elvira. “Pensé que iba a encontrarla, una vez más, toda golpeada, lastimada, pero viva”, recuerda Alejandra. Pero no fue así: estaba ahorcada.
“Mi hija no hubiese tomado esa decisión delante de sus hijos, estoy segura de que fue él. Se investiga si la instó a que lo hiciera”, destaca. El acusado está detenido, y a seis meses la muerte de la chica se investiga si se trató de un suicidio o un homicidio. “Bautista me cuenta que fue Maldonado. Con sus pocas palabras me dice que él la mató y señala la viga”, cuenta la mujer. “Ese mismo día se subió a una sillita para intentar sostener a su mamá. El le tenía mucho miedo a Maldonado, y siempre que Mariana era golpeada él se escondía debajo de la mesa”.
Publicado diario Perfil.
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