martes, 3 de septiembre de 2013

El tirador salteño actuó influenciado por la masacre de Denver

Lo primero que hizo fue tirar una lata de gas. Y enseguida empezó a disparar. Las personas que asistían al estreno mundial de la última saga de Batman, en Denver, Estados Unidos, pensaron que todo eso era parte del show. Pero no. Esa noche James Holmes se ganó un lugar de privilegio en la galería del terror norteamericana: mató a doce personas e hirió a unas sesenta.
Federico Pacheco, un  joven salteño de 18 años, siguió de cerca el caso y con el tiempo se convenció de que él podría hacer lo mismo en la ciudad de Orán. Según los investigadores, la masacre del pasado 20 de julio actuó como disparador en el ataque que llevó a cabo el último jueves, y en el que baleó a un policía. “Pacheco contó que veía mucha televisión y navegaba por internet. Lo que pasó en el cine y otros casos que son más frecuentes allá lo inspiraron”, reconoció a PERFIL un vocero vinculado a la causa.
Según pudieron reconstruir los investigadores, el tirador le compró el rifle a Ismael Cadil, un presunto traficante de armas, quien además le vendió dos cargadores con veinte cartuchos y una caja con cincuenta proyectiles.
Federico tenía como objetivo “convertirse en el asesino más notable de Argentina”. Y para ello entendió que la fiesta patronal de Colonia Santa Rosa reunía las condiciones para llevar adelante su plan.  Es que allí se iba a reunir mucha gente. Se esperaba a más de 1.500 personas.  

Psicópata argentino. James Holmes se tiñó de rojo y se colocó la careta del Guasón, uno de los villanos más famosos de las sagas de Batman. Federico también cambió su cabello a colorado pero además “tenía las cejas arqueadas y pintadas como el Guasón”, según aseguraron fuentes policiales. Holmes hizo humo y disparó. Federico, en cambio, no pudo terminar con su plan.
Se vistió de negro, abrió la funda de una guitarra y guardó prolijamente el rifle con las municiones. A las 11.30 de ese jueves festivo ingresó al predio de la Municipalidad de Colonia, subió al edificio y buscó el mejor lugar para tener en la mira a los grupos de jóvenes que se preparaban para desfilar. Sacó el arma y disparó, pero las balas no salieron. “¿Qué haces?”, gritó el comisario Luis Aberaztain, que se encontraba en el lugar con su esposa.
Aberaztain se le abalanzó y recibió un balazo. Se quedó con el rifle entre sus manos y se desmayó. Federico corrió pero fue atrapado por otro policía. El juez Oscar Blanco dispuso su detención. “Pidió perdón por haber lastimado al comisario, porque él quería matar a los jóvenes”, describe a PERFIL el jefe policial de Salta, Marcelo Lami. “Quería vengarse de todos los que se burlaron de él”, explica.
Inés Marquiegui llora y no entiende lo que le pasó a su hijo. “A las 11 me fui de casa y desperté a Federico para preguntarle si iría al desfile. Me contestó que tomaría el desayuno e iría”, le cuenta la mujer al diario El Tribuno. Más tarde, un hermano de la mujer la llamó para contarle que Federico había baleado a una persona. Se desesperó. “Estaba como todos los días, tranquilo. Si hubiera planeado algo calculo que otra hubiera sido su conducta”, dice.
La mujer asegura que su hijo no tenía armas y que ella se encargaba de controlarlo desde que hirió a un chico de 12 con una estrella ninja.  “Nunca imaginé que pudiera salir con un arma a matar gente”, se sorprendió. Pero Federico lo hizo, lo confesó y por milagro sólo una de sus balas se disparó. La reacción del comisario evitó una masacre como la de Denver.

La obra cumbre del “Guasón”
El 20 de julio pasado James Holmes (24) ingresó a la sala de un cine de Denver y comenzó a disparar a mansalva con una escopeta Remington, un rifle semiautomático Smith & Wesson y una pistola Glock calibre .40. Mató a 12 personas e hirió a otras 58. El día no había sido escogido al azar. Se trataba del estreno de la película The Knight Man Rises y el autor de la masacre se identificaba con el Guasón, uno de los enemigos de Batman. Llevaba el pelo teñido de colorado, emulando al villano.
Holmes planeó los crímenes durante cuatro meses cuando compró por internet 3.000 balas para pistola, 3.000 cartuchos para el rifle semiautomático y 350 proyectiles para escopeta.

Sigue grave el policía
El policía héroe de toda esta historia de terror todavía está luchando por su vida. El comisario Luis Aberaztain fue trasladado del hospital San Vicente de Paul al sanatorio Del Carmen, en la capital salteña. Su estado es crítico. La bala que le ingresó por el costado izquierdo, por la zona lumbar, le atravesó el intestino, el colon y un riñón. Además tocó una arteria que le produjo una hemorragia interna.
Según sus allegados, su mujer María Rosa Bordón y sus hijos no se separan de su lado. En estos días deberán intervenirlo quirúrgicamente por una distensión abdominal. “Está en terapia intensiva, en estado crítico. Ayer –por el viernes– pudo hablar algo, pero está muy sedado”, explicó a PERFIL el jefe policial de Salta, Marcelo Lami. “Su accionar fue honrado y de esa manera evitó una masacre”, concluye. Aberaztain se quedó con el rifle en la mano, y automáticamente se desplomó.

Los antecedentes. Seis años después sigue el debate por el estado mental de Martín Ríos.
La historia criminal argentina tiene un breve capítulo dedicado a tiradores seriales, una conducta poco habitual si se compara con los antecedentes que existen en otros países.
El 6 de julio de 2006 Martín Ríos se convirtió en “el tirador de Belgrano” cuando se detuvo en avenida Cabildo a 1700 y comenzó a disparar. La ráfaga de tiros alcanzó a Alfredo Marcenac, un joven de 18 años, quien resultó la víctima fatal del tirador acusado de otros tres ataques en Belgrano: contra un colectivo de la línea 67 en el que hirió a dos personas, contra una confitería donde baleó a una chica de 17 años, y contra un tren en movimiento donde no hubo heridos.
Ríos fue declarado inimputable y recluido en el Borda. Adrián Marcenac, padre de Alfredo, cree que “la exaltación de los crímenes por parte de los medios de comunicación, los juegos violentos y el cine afectan las mentes desequilibradas”.
En octubre de 2011, Walter L., de 17 años, fue condenado por el homicidio de Francisco Ida. Pese a que el menor insiste con su inocencia, se ganó el apodo de “Tirador de Morón” luego de ser detenido. El hecho ocurrió el 31 de octubre de 2010, cuando una persona disparó desde un auto blanco. Los proyectiles impactaron en Ida e hirieron a Carlos Moyano.
Pero quizás los hermanos Bertuzzi sean los más recordados. En mayo de 2005, Alberto y Lino fueron detenidos después de que un colectivo fuera atacado a perdigonadas en Rosario. Los investigadores comenzaron a seguir la pista del “Loco de la Escopeta” en noviembre de 1992, cuando una maestra fue baleada. A los Bertuzzi se les atribuyeron más de cien hechos similares, entre ellos el homicidio de una nena de 12 años en abril de 2005. Ninguno de ellos pudo probarse. Lino fue condenado por el ataque al colectivo y obtuvo la libertad condicional en 2010. Alberto fue declarado inimputable e internado en un neuropsiquiátrico.
Publicado en diario Perfil.

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