En medio de la supuesta “sensación de inseguridad” reinante en Argentina, aporto un caso más. Pero en realidad, va más allá de un robo que acreciente el número de una hipotética estadística sobre la materia, sino que este asunto es significativo por otra cuestión: el abuso de autoridad.
Cuatro personas estaban en el andén de la línea C esperando que el Subte llegara para completar su recorrido hasta Retiro. En frente el panorama era distinto. No cabía un alfiler.
-Vamos, aplaudan, aplaudan. Aplaudan al ladroncito.
La “calma” habitual se vio interrumpida cuando un policía de la Federal, con anteojos negros, un uniforme bastante ajustado, y un cuerpo, cercano a los anabólicos, pronunció esas palabras mirando a la gente que se encontraba en el andén de Diagonal Norte vía Constitución.
Con sus palmas, intentando arengar a todos, repetía “aplaudan, aplaudan al ladroncito”, mientras sus cuatro compañeros esposaban a un chico de unos 14 años que miraba al piso.
-¿No van a aplaudir a este ladroncito que le quiso robar la billetera a la señora?
(Una señora con un nene de unos 5 años agarrado de la mano, entra en escena) -No le pegues. Llévatelo pero no le pegues.
(Ahora el Policía realiza dos maniobras al mismo tiempo: mientras habla, ejecuta)
-Si yo no le pego- (uno, dos y tres “correctivos” en la cabeza del chico)
Esa gente a la que quería arengar el uniformado mientras sus compañeros observaban la obra en primera fila, no aplaudieron... abuchearon.
-Che, no le pegues. ¿Por qué sos policía le pegas?
-Eso es abuso de autoridad...
(El policía con una amplia sonrisa contemplaba la reacción de la gente)
-No le pegues, flaco. ¿Quién te crees que sos? Porque tenés una chapa le pegás.
Pi, pi... el Subte amarillo se hizo presente. Los "espectadores" se agolparon en las puertas para no perder su lugar y llegar por fin a Constitución ¿Y el “ladroncito”? echado a su suerte.
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