viernes, 2 de enero de 2015

A diez años de Cromañón, los recuerdos vivos de los que ya no están

Los posters de bandas que le encantaban. Esa remera pintada por sus manos. Ese juguete que se convirtió en su preferido. Ese instrumento que era como un amigo inseparable. Esa habitación que quedó intacta una década después. A diez años de la tragedia, los padres de las víctimas de Cromañón buscan mantener viva la memoria de sus hijos a partir de los objetos que les pertenecieron. “Tocar sus cosas es como estar más cerca de él”, coinciden.

Santuario. Mariano Benítez (20) pasaba horas en su habitación de su casa en José C. Paz, donde vivía con su familia. Las paredes del dormitorio están cubiertas de posters de La Renga, Metallica y Callejeros. Entre esos papeles se entremezclan pintadas y frases de canciones, que se esconden en el canto de los cajones, en las puertas del placard o en la pared.
El 30 de diciembre de 2004, Mariano fue con su amigo Gustavo Marchiano (21) en tren hasta el boliche República de Cromañon, en Once. Ambos perdieron la vida junto a otras 192 personas que habían ido al recital de Callejeros.
Desde entonces, en la habitación de Mariano todo está igual. “Quiero que todo quede tal cual lo dejó. Sólo cambio la cinta scotch cuando se desprende algún poster”, aclara su mamá, Nilda Gómez. En el ropero están sus remeras dobladas y otras hechas un bollo. Nilda las acaricia, pero se cuida de no desacomodarlas. Desde hace diez años que están en el mismo lugar. “Está prohibido limpiar la ventana, porque no quiero que se borre lo que Mariano escribió en los vidrios”, cuenta. La cama fue lo único que sacaron de la habitación porque ella pasaba muchas noches durmiendo allí y no le hacía bien. La reemplazaron por un escritorio, que fue el que Nilda usó para terminar la carrera de Abogacía. “Mi casa se convirtió en un ‘atrapador de tiempo’, en vez de un ‘atrapador de sueños’. Todo está en su lugar para conservar el tiempo”, explica.
Gustavo Marchiano también tenía un sector de su casa exclusivo para él. Además de sus amados posters de bandas, tenía un escritorio en donde pasaba mucho tiempo dibujando y pintando remeras. “Era un artista”, lo recuerda su mamá, Marisa, mientras recorre con su mano el dibujo de la remera y contiene las lágrimas.
Ella todavía se encarga de lavar, planchar y doblar una y otra vez su ropa. “Si me deshago de sus cosas, siento que me desprendo de sus recuerdos”, comenta. Una de las remeras más significativas para ella es una verde que su hijo terminó de pintar, pero no llegó a estrenar.

Osito. “Ahora éstos son mis tesoros”, dice Alejandro Gómez mientras se aferra a un osito marrón que era de su hijo y a la última foto que le sacó, una semana antes de la tragedia. Pablo Gómez estaba entusiasmado porque sus tíos le habían prometido llevarlo al recital de Callejeros, grupo del que era fanático a pesar de tener sólo 9 años. A pocas horas de salir rumbo a Cromañon, su papá lo puso en penitencia porque se había peleado con uno de sus hermanos. “Lloraba tanto porque no lo dejaba ir que me dio pena y cuando le dije que iría me puso una carita de felicidad...”, rememora el hombre con la angustia contenida en sus ojos.
Pablito se puso la remera amarilla de Callejeros, unas bermudas y un buzo de los Simpson atado a la cintura. Se fue con otros seis familiares. Fue el único de ellos que no logró sobrevivir, murió después de estar siete días internado. “Me pasé muchas noches durmiendo sobre la tumba de mi hijo”, confiesa Alejandro, y comenta que colocó una repisa en su dormitorio para los juguetes que durante estos últimos diez años le compró a su hijo y no pudo regalarle. También guarda una alcancía con monedas y chicles. “Le regalaban diez centavos y era feliz. Creo que hoy sería un joven con mucha vitalidad y tan terrible como era de chico”, dice esbozando una sonrisa.

Estudios. “Querida mamá: Gracias por cuidarme y por comprarme juguetes”. Esta cartita la escribió Sergio Ruiz cuando tenía 7 años. Ahora forma parte de la caja de los recuerdos que atesora su mamá, Amelia. “Todas estas cositas las tengo a mano y las veo cuando no puedo más del dolor. También tengo su colección de autos y sus libros. Le encantaba leer”, destaca. “Cromañón nos dejó una herida muy profunda que no va a cerrar nunca”, comenta la mujer que perdió a su hijo a los 21 años.
Amelia abraza el guardapolvo de egresados del Comercial 33 de Sergio. Relee por undécima vez los escritos en la tela blanca de los compañeros del chico. La acompaña Isabel Rodas, que perdió a su hijo Abel González (25) en la misma tragedia. “Mi hijo también era muy aplicado. Sabía tocar la guitarra, la armónica y el bajo”, cuenta la mujer. “Tocaba de oído, nunca fue a un profesor”, se enorgullece. Abel enseñaba música a los chicos del barrio de Lanús que se acercaban a su casa. Isabel guarda los instrumentos de su hijo para sentirlo más cerca.

Pasiones. Verónica Valsangiacomo (25) y su mamá, Rosa David, tenían algunos roces, pero todo se olvidaba cuando la mujer se sentaba a observar cómo su hija hacía manualidades. “Ese era nuestro lugar de encuentro. Yo la ayudaba con cosas chiquitas y siempre nos reíamos porque las cosas que yo le hacía quedaban feas y las de ella, hermosas”, recuerda. Verónica tejía chales, hacía velas y lámparas. La chica perdió la vida junto a su hermano, Mariano, en Cromañon.
Teodora Silva se aferra a las camisetas de Independiente de Jorge (20) y Nelson (21) Pereira para intentar mermar la angustia y el vacío que la invade por la pérdida de sus dos hijos varones. “Toda la familia es hincha del Rojo”, cuenta. Los chicos habían llegado a la Argentina desde Paraguay cuando eran bebés y aquí forjaron su amor por Independiente y el rock nacional. “Ahora mi única terapia es llevarles flores al cementerio”.

EL DOLOR DE LOS HIJOS QUE NACIERON SIN UN PAPA

“Lo que más nos duele es que nuestros hijos no tuvieron un abuelo”, se lamenta Yesica Mendieta junto a sus tres hermanos. “Un día me quedé sola con dos criaturas que con menos de 12 años perdían a su papá”, recuerda Silvia Sánchez. A ambas familias les cambió la vida el incendio en el boliche de Once porque estos seis chicos tuvieron que crecer sin un padre. A diez años de Cromañón, el relato de las otras víctimas de la tragedia.

Yesica, Germán, Miguel y Micaela tenían entre 18 y 13 años cuando vieron por televisión que el local bailable donde trabajaba su papá como seguridad se incendiaba. “Fueron mis tíos los que nos dijeron que lo habían encontrado muerto”, recuerda la más grande de los Mendieta.
Para el momento de la tragedia los chicos no convivían con Evaristo Mendieta (39) porque estaba separado de la mamá de ellos. “Casi no lo veíamos, por eso mis hermanos más chicos casi no tiene recuerdos de él. Igual era nuestro papá y te duele pensar que por culpa de Cromañón nos quedamos sin él”, se sincera Yesica, aunque destaca que el mayor dolor que tienen los hermanos es que los ocho hijos que tienen en total “no pudieron disfrutar de un abuelo”.

De cero. “Yo era una ama de casa feliz, tenía todo lo que necesitaba y un marido que se ocupaba de todo hasta el 30 de diciembre de 2004 cuando de repente me quedé sola con dos criaturas”, rememora Silvia, esposa de Christian Frías (33). Para ese momento, sus hijos Nahuel y Ayelén tenían 12 y 7 años. “Los senté en la mesa y les conté lo que había pasado. Mi hija me preguntó: ‘¿y ahora que vamos a hacer sin papá?’. En ese momento les prometí que yo me iba a encargar de todo”. Silvia no sabía cómo, pero lo iba a intentar.
La mujer tuvo que empezar a trabajar para mantener la casa y criar a sus hijos. “Aunque suene loco yo siento que no crié sola a mis hijos porque cuando lo necesité Christian estuvo. Se me aparecía en sueños y hablábamos”, cuenta a PERFIL. “En el último año de secundario, con Nahuel tenía algunos problemas y ya no sabía qué hacer. Sentía que las cosas se me habían ido de las manos. Una noche soñé que mi marido hablaba con nuestro hijo y al día siguiente las cosas entre nosotros se calmaron”, ejemplifica, y agrega: “A los chicos todavía les cuesta hablar de Cromañón y recién el año pasado pudimos empezar a tocar el tema, todavía es una herida que tenemos a flor de piel”.

sábado, 27 de diciembre de 2014

"Barreda es un gruñón y yo esperaba que cambiara"

Berta André (77), la pareja de Ricardo Barreda (79), recibió a PERFIL en el PH donde convive con el hombre condenado a perpetua por asesinar a su esposa, su suegra y sus dos hijas en 1992. "No pasan cosas graves entre nosotros, son sólo peleas de convivencia", contó la mujer a raíz del informe que realizó un psicólogo en el que advertía sobre "problemas en el vínculo" entre ellos. La mujer asegura que el odontólogo no la maltrata aunque está "un poco desilusionada" con la relación.
“Ya salgo”, le contestó Berta a PERFIL cuando se le propuso hablar sobre su vínculo con el cuádruple homicida. “Tardé un poco porque me estaba poniendo linda”, se disculpó. Con una sonrisa posó para las fotos en su casa, en el barrio porteño de Belgrano. La mujer, que camina lento, tiene ganas de hablar. Las ideas van y vienen en su cabeza, mientras que Barreda se esconde tras divisar la cámara de fotos por una de las ventanas de la propiedad. “Las cosas están más o menos porque somos muy distintos, igual no pasan cosas graves entre nosotros, son sólo peleas de convivencia”, dice Berta sobre la relación con el odontólogo y aclara: “Es un buen hombre, pero los años fueron pasando y no recibo un aliento con algo. Hay que hacer mucho trabajo con ese muchacho”.
—¿Y usted está cansada?
—No, cansada no, sino que estoy desilusionada de la cosa. Es como cuando un chico está esperando algo del adulto, que le dé un regalo y se porta mal para que le den atención. Bueno, ésa era yo. Esperaba que cambiara y no cambió nunca. Una lástima. El es muy gruñón, vuela una mosca y se enoja.
—¿Pero él la maltrata o en algún momento le pegó?
—No. A veces me insulta, pero yo también puteo, así que no puedo hacer tanta historia. Hoy me porfiaba que teníamos que estar a las tres de la tarde en un lugar y no era así... está grande tiene 80 y pico de años... hay que entender. Yo tengo menos paciencia también. La forma de vestirse que tiene me da rabia: tiene un montón de ropa linda y no la usa, está ahí muerta. Entonces yo le digo: ‘dejá que las use otro’ y se enoja.

Diferencias. En una entrevista con psicólogos, Barreda le informó que no se estaba llevando bien con Berta y que ella tendría problemas neurológicos. Por eso, el juez Raúl Dalto se reunió el jueves pasado con la pareja para escucharla y evaluar la situación. El viernes próximo decidirá si pueden seguir conviviendo.
Por su parte, el abogado del odontólogo, Eduardo Gutiérrez, informó tras la audiencia que ambos desmintieron “tener problemas de convivencia” y explicó que en una visita de una psicóloga su defendido dijo que “sufría agresiones verbales” de parte de Berta.
“Por el momento no nos vamos a separar; mañana no sé. Hay que programar el día a día, capaz se va por ahí, se encuentra una piba de 15 años y no una vieja y chau, que le vaya bien”, dice la mujer que conoció al odontólogo en la Unidad 9 de La Plata, en 1998, cuando iba a visitar a un familiar que estaba detenido allí. Desde entonces comenzaron una relación amorosa y una década después ella salió de garante para que él pudiera continuar su condena en su casa, lugar que comparten hasta la actualidad.
—¿Usted lo quiere?
—Yo no lo conocí mucho como para decir es un amor mío, pero la soledad es fea también. Estoy bien con él, pero a veces pienso si no está buscando alguna cosa para enojarse conmigo. Donde hay dos personas haciendo su trabajo, y si nos llevamos mal, es porque alguna de las dos falla.
—¿Tiene miedo de que le haga algo malo?
—Él se asusta. Cuando me levanto de la mesa y arrastro la silla, él sale atrás mío porque tiene miedo de que me escape, de que me vaya. Yo le digo ‘hombres hay tantos, así que tené cuidado’. Yo me enojo y si me enojo es por algo. El también se enoja, pero es por la vejez.
—¿Barreda le planteó en algún momento la posibilidad de separarse?
—No, él no me dijo nada.
—Entonces, ¿por qué le dijo a los psicólogos que ustedes se llevaban mal?
—¿Dijo eso? Tal vez no cuenta que ahí adentro está escondida otra novedad. Yo no le voy a pegar, no me gustan esas cosas. El está encasillado y yo hice todo lo que tenía que hacer. Si no le gusta...
—¿Qué novedad se esconde?
—Si me engañó voy a tener que cortarle la cabeza.
—¿Barreda la engaña?
—No sé.

sábado, 20 de septiembre de 2014

Investigan a intendentes de La Pampa por trata de personas

Los actuales alcaldes de Lonquimay, Macachín y 25 de Mayo, y la ex jefa comunal de General Acha están acusados de proteger prostíbulos.

Cuatro intendentes de La Pampa son investigados por la Justicia por su presunta participación en el delito de “trata de personas”. Según consta en la investigación judicial desde su lugar de funcionarios públicos habrían dado carácter legal a locales nocturnos donde casi todos sabían que se ejercía la prostitución. Fuentes judiciales consultadas aseguraron a PERFIL, que uno de ellos está procesado y otro tiene una condena por una acusación similar.
Luis Rogers, jefe comunal del partido de Lonquimay; Jorge Cabak, de Macachín; David Bravo, de Colonia 25 de Mayo, y María Elena García, de General Acha, son los alcaldes que están en la mira de la Justicia. La jueza federal Iara Silvestre procesó a Rogers como “partícipe necesario en el delito de trata de persona” y por “incumplimiento de los deberes de funcionario público”. Además, le tomó indagatoria a Cabak y aún debe resolver su situación. Ayer estaba pautado que se le tomara declaración a Bravo, pero su abogado presentó un escrito y se pospuso la audiencia para el 2 de octubre. Mientras que la única mujer de esta nómina fue absuelta por la magistrada, aunque el fiscal Juan Baric apeló y aún no quedó desligada de la causa.
PERFIL intentó comunicarse con los acusados pero García y Bravo no respondieron los llamados, mientras que Cabak y Rogers prefirieron “no hablar del tema” porque “ya lo hicieron ante la Justicia”.
La causa más avanzada es la de Rogers. “Para esta resolución consideré que, si bien el local estaba habilitado conforme a la legislación municipalidad vigente, él conocía que allí había mujeres sometidas a la prostitución y, a pesar de ese conocimiento, no arbitró los medios necesarios para procurar la clausura, revocar la habilitación y denunciar esta situación”, explica la jueza a este diario. Lo mismo corre para el resto de los intendentes que están siendo investigados.

Fuera de control. En 1937 se sancionó la Ley 12.331 que prohibió la habilitación de prostíbulos. Sin embargo, estos lugares, donde se ejercía la prostitución, siguieron funcionando bajo el nombre de whiskerías, cabarets, clubes nocturnos o resto-bar. En 2008 en La Pampa había 35 locales.
“Para entonces era alarmante la cantidad de mujeres explotadas que había, por eso promovimos una ordenanza para cerrar los prostíbulos. El resto de las localidades empezaron a sumarse a esta medida”, explicó a PERFIL Mónica Molina, quien entonces era subdirectora de Políticas de Género de Santa Rosa. Se estableció el plazo de un año para que cada municipio regularizara esta situación. 
"Un cabaret es un lugar de contención espiritual, de satisfacción y de alegría para gente que busca tener un rato de esparcimiento”, dijo por entonces Rogers a Radio Noticias -según publicó el diario La Arena-, en contraposición a la medida. En este municipio funcionaba Good Night, una whiskería ubicada a la vera de la Ruta 5, y en octubre de 2009 una joven santiagueña denunció que había sido secuestrada y obligada a prostituirse.
Bravo es el alcalde de Colonia 25 de Mayo y en su historial judicial figura una condena a siete meses por el delito de “incumplimiento de los deberes de funcionario público”, luego de las irregularidades detectadas en la habilitación del cabaret El Rancho. La sentencia no está firme porque su abogado defensor apeló la decisión. Ahora el fiscal Baric lo investiga por habilitar otro local con similares caraterísticas: Venus.
En agosto de 2011, el tucumano Raúl Lobo denunció que su mujer era obligada a ejercer la prostitución en el cabaret La Chicho Show, en la localidad de Macachín. Ese local habría sido habilitado por el intendente Cabak. En General Acha, y durante la gestión de García (renunció en noviembre de 2011), funcionaba El Delfín, un prostíbulo que fue allanado el 8 de noviembre de 2011. Allí rescataron a dos mujeres. El fiscal apeló la resolución que sobreseyó a García porque consideró que “es descabellado pensar que no sabía lo que sucedía porque, al igual que el caso de Cabak, son localidades muy chicas y todo el pueblo sabía que en esos lugares se buscaban chicas para tener sexo”, explicaron desde su entorno.
“Macachín –describe Molina– es una localidad próspera por sus harineros y salinas. Además es cercana a las rutas que conducen a Buenos Aires y culminan en la costa. Justamente se comprobó que los tratantes tenían comercios en ciudades balnearias. Si la Justicia se comprometiera como se hizo en La Pampa sería infinita la cantidad de intendentes que deberían ser juzgados”


LA PISTA DE MARITA VERÓN 

Hasta La Pampa llegó Susana Trimarco desde Tucumán buscando a su hija Marita Verón, desaparecida en 2002. Es que una víctima de trata había dicho que compartió cautiverio con la joven en La Chicho Show, el prostíbulo de la localidad de Macachín. Sin embargo, el resultado no fue el esperado: no encontraron rastros de Marita. Según denunció Trimarco, el dueño del prostíbulo habría retenido por unos meses a Marita en ese lugar, aunque la Justicia nunca pudo confirmar esta versión. Lo cierto es que la jueza federal Iara Silvestre procesó por el delito de trata de personas al propietario del lugar, a su aparente socio, a un ex concejal del Partido Justicialista, a un remisero que se ocupaba del traslado de las víctimas, a un hombre que “regenteaba” el trabajo de algunas mujeres y su hijo, en este caso como partícipe necesario. “Geográficamente La Pampa se puede considerar un lugar de paso por las rutas que unen el sur con el norte y viceversa, pero los hechos han demostrado que es un lugar de estadía”, explicó la magistrada a PERFIL. “Durante muchos años existieron ordenanzas municipales que autorizaban el funcionamiento de locales nocturnos a pesar de que estaba vigente la Ley 12.331 que prohíbe las casas de tolerancia en la Argentina, pero era una ley que había caído en desuetudo (que no se usa más). La provincia ahora se ha adecuado a la legislación nacional y los tratados internacionales, pero creer que con esta adecuación ha desaparecido este delito es lo peor que podemos hacer”.

Publicado en Diario Perfil.

viernes, 19 de septiembre de 2014

Indemnizan con US$ 100 mil a cinco menores condenados a cadena perpetua

Cometieron los delitos cuando tenían menos de 18 años, pero fueron penados como mayores. Según la Corte Interamericana de Derechos Humanos, el Estado violó los derechos de la infancia. 
Crédito: Cedoc Perfil.

El Estado nacional deberá indemnizar con 102.693 dólares, más de un millón de pesos al cambio oficial, a cinco jóvenes que fueron condenados a prisión perpetua por delitos que cometieron cuando eran menores de edad. Es que la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) declaró al Estado argentino “internacionalmente responsable” por las violaciones a los derechos humanos cometidas contra ellos en mayo de 2013, y el jueves pasado la presidenta Cristina Fernández publicó en el Boletín Oficial un decreto que anunciaba el pago del dinero.

César Mendoza, Claudio Núñez, Lucas Mendoza, Saúl Roldán Cajal y Ricardo Videla Fernández fueron condenados a la pena máxima entre 1997 y 2002. Pero se trata de una pena que la Convención de los Derechos del Niño (incorporada a la Constitución argentina en 1994) prohíbe que sea aplicada a menores de edad. Estas sentencias fueron apeladas por los abogados defensores, pero ninguna de las entidades avaló el pedido de “inconstitucionalidad” de la condena. De modo que los abogados Stella Maris Martínez y Fernando Peñaloza recurrieron al organismo internacional. La CIDH (que trabaja sobre otros siete casos) se expidió a favor de los jóvenes el 14 de mayo de 2013, por considerar que esa pena “no cumple con la finalidad de la reintegración social de los niños”.
El final de esta cuestión llegó con la publicación en el Boletín Oficial del Decreto 1455/2014, que dispone “el pago en efectivo” de la sentencia dictada por la CIDH de “102.693 dólares como indemnización por daño material e inmaterial a favor de las víctimas del caso”.

Casos. César Mendoza pasó 16 años preso. Esa misma edad tenía cuando fue detenido acusado de haber matado a un policía. “Cuando era chico iba a fútbol y natación, pero después me junté con chicos que no hacían las cosas bien y me metí. Ellos tenían plata siempre, eran conocidos y yo también quería ser popular”, recuerda esos años oscuros en diálogo con PERFIL. “Estuve tres años haciendo esas cosas malas y me salió mal”.
El próximo lunes cumple dos años en libertad y 11 meses desde que está trabajando como albañil. “Estoy arrepentido de todo lo que hice, pero en ese momento estaba como muerto en vida porque no me importaba nada de lo que pasaba. Nada. Pero cuando recuperé la libertad volví a nacer”, asegura.

En la madrugada del 21 de enero de 1997, Lucas Mendoza (que no es pariente de César) fue detenido en Fuerte Apache luego de cometer dos homicidios en un raid delictivo. Tenía 16 años. En 2009 escapó del penal de Ezeiza en una fuga que puso en la mira a los guardias del Servicio Penitenciario Federal, porque Mendoza se fue corriendo en el momento en que estaba llevando una carretilla cargada de basura del corral de cerdos que limpiaba como parte de un taller. Lo curioso es que estaba casi ciego por un desprendimiento de retina que había sufrido producto de un golpe. Un año después fue recapturado, y por su ceguera, más tarde, beneficiado con prisión domiciliaria. “Me resulta difícil explicar con palabras lo que siento, lo que pienso. Hay un dato que quiero destacar: me condenaron a una pena que era mayor a la edad que yo tenía. Mi vida se quedó en el tiempo, me siento una persona totalmente disocializada”, escribió en una carta en mayo de 2011. Quedó en libertad dos años después.

En Fuerte Apache también fue detenido Claudio Núñez, que vivía en otra de las torres del complejo habitacional. Con 17 años, tenía sobre su espalda el peso de cuatro asesinatos en ocasión de robo y el de su propio padre cuando lo descubrió violando a una de sus hermanas. “Con Claudio salimos un sábado a las 17 del penal de General Pico. Había sol. Caminamos, nos compramos una gaseosa, fuimos de shopping, tomamos helado. Estaba en libertad”, recuerda César Mendoza. “Hoy pido perdón por lo que hice y agradezco haber tenido la suerte de poder cambiar”.

Cristian Roldán Cajal fue el último menor de Argentina que fue condenado a perpetua por un homicidio cometido en Mendoza. Su condena fue modificada tras un “recurso de revisión” por una pena de 15 años, pero a fines del año pasado fue nuevamente condenado a perpetua acusado de haber matado a un interno dentro de un penal. El último caso es el de Ricardo Videla Fernández, que apareció ahorcado con un cinturón en su celda, el 21 de junio de 2005. Tenía 20 años y su familia no cree en la versión del suicidio (ver aparte). Había sido condenado por la Justicia mendocina por matar a un repartidor y un remisero. Escapaba de distintos institutos de menores, pero al poco tiempo volvía a caer. A pesar de que falleció hace nueve años, su familia recibirá la indemnización.


LA EXTRAÑA MUERTE DE UNO DE LOS ACUSADOS 

El caso de Ricardo Videla fue el primero en llegar a la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Pero en 2005 apareció sin vida, con un cinturón en el cuello, en una celda del módulo 11 de máxima seguridad de la Penitenciaría de Mendoza. Uno de los peritos determinó que el joven, de entonces 20 años, no se colgó ni fue colgado sino que fue ahorcado desde atrás. “Deseo que me digan que lo mataron, que él no se mató. Sé que no lo hizo. Aunque el único testigo que tengo es Dios. Pedí que se investigue porque un médico asegura que murió por asfixia”, dijo la madre de Videla, Stella Maris Fernández, al Diario Universal de México. La CIDH pidió reabrir la causa por esta muerte, que ya estaba archivada.
“Todos los recuerdos que tengo de él nunca se me van a olvidar. Cada vez que lo iba a ver estaba con su sonrisa y su fuerza, y no quería demostrarme nada malo. Siempre luchó para salir con vida de ahí adentro”. Stella Maris tuvo seis hijos: tres, con Ricardo, fallecieron. Uno fue ejecutado en la calle por un ajuste de cuentas, y otro murió acuchillado dentro de un penal.

Publicado en Diario Perfil

jueves, 15 de mayo de 2014

Sonia Molina: "Si quedan libres no me sentiré segura en ningún lado"

La mujer que habría sido torturada por la periodista Estefanía Heit y el pastor Jesús Olivera asegura estar preparada para enfrentarlos.

Sonia Molina está expectante por el comienzo del juicio contra el pastor y la periodista de Coronel Suárez acusados de haberla mantenido en cautiverio durante tres meses, de maltratarla y hasta de abusar sexualmente de ella en reiteradas ocasiones. “Ellos van a querer quedar en libertad, pero mi meta es que eso no ocurra. Estoy preparada para escuchar que me denigren”, dice tajantemente la mujer, quien asegura que todavía la persigue el perfume de sus supuestos captores.
A partir de mañana, la periodista Estefanía Heit y su marido, el pastor Jesús Olivera, estarán sentados en el banquillo de los acusados y se reencontrarán con Sonia Molina. La mujer oriunda de Río Colorado viajará hoy con destino a Bahía Blanca para volver a estar cara a cara con sus supuestos captores en los tribunales de esa ciudad. “Necesito que se realice este juicio para ponerle fin a esta historia y retomar mi vida”, se sincera en una entrevista exclusiva con PERFIL. Siente que aún no pudo recuperar su vida; apenas trabaja, y todavía no sale sola de su casa.

“Yo tengo en mi mente todo lo que me hicieron. No necesito repasar lo vivido porque todavía sueño con cada una de las cosas que me pasaron y todos los días siento que me persigue el aroma de sus perfumes”, describe desde su casa, donde vive con su mamá.
—¿Cómo se prepara para el inicio del juicio?
—Intento estar con los pies sobre la tierra y lo más tranquila posible. Sé que van a decir un montón de cosas y que me van a desacreditar, pero yo voy a ir con la verdad, la que puedo repetir todas las veces que me lo pidan. Ellos van a querer, como es lógico, quedar en libertad, pero mi meta es que no sea así.
—¿Está preparada para volver a estar frente a ellos?
—Creo que sí, pero no sé cómo voy a reaccionar cuando los vea. Va a ser chocante estar de nuevo tan cerca, y seguramente me va a retrotraer a todo lo que pasó. Me va a generar una mezcla de sensaciones, no sólo verlos a ellos sino también regresar a Bahía, donde estuve internada. También tengo claro que ellos tratarán de denigrarme de la mejor manera para terminar bien parados, pero yo me preparé para escuchar lo peor que tienen pensado declarar sobre mi persona. Igual, lo malo que me puede pasar es que queden libres.
—En la entrevista que la pareja le dio a PERFIL, aseguran que fue una causa armada por una investigación que Heit estaba haciendo sobre supuestos vínculos entre el entonces intendente Ricardo Moccero y el narcotráfico, y la acusan de mentir en su denuncia. ¿Qué piensa al respecto?
—Lo que tengo claro es que de mi parte no hay nada armado, porque ellos me iban a mutilar y logré escapar antes. Sí es cierto que Estefanía hablaba del intendente, sus investigaciones y los supuestos vínculos con el narcotráfico y la ONG Visión XXI (N. de R.: organizada entre Olivera, Heit y Molina con la intención de instalar una sucursal en la ciudad natal de la víctima); teníamos la intención de terminar con las mafias y las injusticias. Pero ellos se contradicen desde el momento
en que, teniendo una asociación que iba en contra de lo ilegal, me hicieron todo esto a mí.
—¿Les tiene miedo?
—El miedo extremo lo tuve durante los tres meses que estuve cautiva en Suárez, aunque estoy convencida de que ellos no actúan solos. Por eso, las pocas veces que salgo tomo precauciones. Siento que en cualquier momento pueden tomar represalias en mi contra, ellos mismos o su gente. Obviamente me genera mayor temor Olivera porque fue el que me atacó durante el cautiverio, pero los dos actúan con la misma perversidad. Los dos son uno.
—¿Sabe que una de las posibilidades es que Heit y Olivera queden en libertad?...
—Estoy preparada para todo. Si quedan libres, se va a multiplicar el temor que les siento y mi vida comenzará a ser terrorífica. Hoy por hoy aún les tengo miedo, estando ellos presos; imagínese si llegan a quedar libres. Estuvieron a punto de matarme y ahora lo podrían llevar a cabo. Si salen de la cárcel, no voy a poder escapar de ellos y no me sentiré segura en ningún lado.
—¿Que pasará después del juicio?
—Tengo un montón de cosas por resolver, como las demandas penales por la venta de una casa dos veces. Además, sueño con tener un hogar para recuperar la tenencia de mi hija. Pasó un año y medio de todo esto y todavía no pude recuperar mi vida social: sigo encerrada en mi casa porque tengo miedo, y no logré recuperarme físicamente. Más allá de las limitaciones que me quedaron en el cuerpo, me va a llevar más tiempo pensar en metas a futuro. Empecé por aceptar que no voy a volver a ser la persona que fui por los golpes que recibí, pero trato de ser realista y positiva para poder seguir. El final del juicio será el comienzo de una nueva vida.
—¿Está conforme con la investigación?
—No, porque creo que hay mucha gente detrás de ellos y no se investigó todo lo que aporté. Si Heit y Olivera quedan libres, la Justicia no es buena.


Fuente: Diario Perfil 

miércoles, 9 de abril de 2014

Estefanía Heit dice que "no pretende" que la gente le crea

La periodista está presa por el secuestro y abuso de una mujer. Sueña con su libertad.



Los dedos de ellos están entrelazados y sólo liberan las manos para agarrar parte del expediente marcado con resaltador que reposa sobre la mesa. La periodista Estefanía Heit y el pastor Jesús Olivera se defienden en el interior de la cárcel que los une. “No pretendo que la gente nos crea”, asegura ella, que habla por primera vez después del escándalo que provocó el presunto secuestro y abuso que sufrió Sonia Molina en una casa de Coronel Suárez.
Según Estefanía, la víctima es una impostora que “mintió”, y en eso radica su sueño por recuperar la libertad cuando termine el juicio que comenzará en el mes de mayo.
La periodista está alojada en el “sector viejo” de la unidad penitenciaria de Villa Floresta, en Bahía Blanca, y comparte celda con una ex policía. Olivera se encuentra en el complejo nuevo, destinado a los varones. Allí fue trasladado desde el penal de Saavedra por pedido de sus abogados Claudio Lofvall y Leonardo Gómez Talamoni. El régimen les permite encontrarse tres días por semana desde las 8 de la mañana hasta las 16.
Heit recibe a PERFIL en una pequeña oficina que no tiene aspecto de cárcel. Su marido la acompaña. No le saca la mirada y asiente con la cabeza cada una de las afirmaciones de su mujer. “Nosotros no pretendemos que la gente nos crea porque con la gran cantidad de cosas que se dijeron de nosotros es muy difícil revertir esa situación. Lo que sí pretendemos es que las cosas que se hicieron mal se paguen como corresponde. Como la Justicia lo hizo con nosotros, que lo haga con la fiscal (por María Marta Corrado), el intendente (Ricardo Moccero) y Sonia Molina, por las mentiras que dijo”, dice la periodista que, antes de ser detenida, conducía el noticiero central del canal de cable de Coronel Suárez.
Heit está presa al igual que su pareja a partir de la denuncia que realizó Molina, en noviembre de 2012. La mujer detalló que permaneció tres meses secuestrada por el matrimonio y que logró escapar de la “casa del horror” gracias a un descuido de Olivera, su supuesto cuidador, quien la maltrataba, violaba y obligaba a comer comida para perros.
Heit recordó que el vínculo que los unía con Molina era el objetivo que tenían en la ONG Visión XXI y el hecho de “compartir principios evangélicos”. Supuestamente tenían pensado crear una sucursal de la asociación cerca de la casa de Sonia, en Río Colorado. Por eso se reunían en Suárez.
Sin embargo, todo cambió a partir de la huida de Molina, en medio de un perverso cautiverio en la casa de la pareja. “Ella sale a la calle y nadie la cuestiona, y eso es una gran ventaja porque le da la potestad de hacer lo que quiera. La gente, la fiscal y los medios la santificaron tanto que ella se cree indestructible. A nosotros nos pasearon por la ciudad como si hubiesen capturado a los monstruos del mundo”, dice Heit a PERFIL. “Pero nosotros –agrega– no tenemos derecho ni a querernos porque se nos cuestiona que yo lo ame y que él me ame y eso que somos un matrimonio consolidado hace cuatro años pese a todo”.
—¿Por qué razón Molina denunciaría todas esas aberraciones si no existieron?
Olivera: Nosotros no sabemos cuál fue el objetivo, pero tenemos miles de hipótesis. La más fuerte es que después de que la Policía la detiene en la ruta para decirle que tiene una denuncia en su provincia, por estafa, ya que vendió dos veces una propiedad, en su contra, ¡oh, casualidad!, le pasa todo. Ella pidió que nos saquen plata.
—¿Piensan volver a Coronel Suárez si la Justicia resuelve que son inocentes?
Heit: Nosotros vamos a volver para recuperar a nuestros perros, porque eran nuestra familia. Nosotros no teníamos hijos por elección, pero teníamos cinco perros que estaban en perfectas condiciones. Igual, no pensamos qué vamos a hacer en el futuro, sino que tratamos de vivir el día a día y superar esta situación minuto a minuto, la cual nos destruye completamente. Nos han humillado.
En la entrevista, Estefanía se muestra como víctima y asegura creer en la Justicia. “Creemos en la Justicia porque nunca dejamos de creer en Dios. Creemos más en la justicia divina que en la del hombre, pero esperamos que evidencien todas estas cosas en el marco del juicio. Que todos se hagan cargo de las cosas porque nosotros nos tuvimos que hacer cargo de hechos que nunca hicimos. Yo creo que vamos a salir en libertad, estoy esperanzada en eso”, dice ella sin soltar la mano de su marido. Segundos después se despiden. Cada uno regresa a su celda y a su rutina
en la cárcel, donde las horas pasan más lentas.

sábado, 7 de diciembre de 2013

El cura Ilarraz asegura que quisieron "crear la imagen de un monstruo"


Acusado en la Justicia de corrupción de menores, el sacerdote accedió por primera vez a romper su silencio. Dice que fue víctima de un complot y que “el móvil tiene otros intereses”.

La curia de Entre Ríos se vio envuelta en un escándalo cuando una publicación periodística local denunció que, entre los años 1984 y 1992, el cura Justo José Ilarraz (61) habría abusado de unos cincuenta aspirantes a sacerdotes que estaban a su cargo en el Seminario Arquidiocesano de Paraná. En octubre de 2012 se formalizaron siete denuncias en su contra en donde las supuestas víctimas, de entre 13 y 15 años, relataron escenas escalofriantes: “se metía en mi cama”; “me acariciaba”, “me masturbaba”, “nos hacía bañar con él”.
La Justicia lo acusó por el delito de “corrupción de menores agravada por su condición de educador”. Por primera vez desde que estalló el escándalo, Ilarraz decidió dar su versión. Lo hizo por escrito. Y con PERFIL.
El sacerdote respondió una serie de preguntas –pero no todas– que este medio le envió a la casilla de correo de su abogado defensor, Jorge Muñoz, luego de varios meses de gestión. Entre otras cosas aseguró que es “inocente” y redujo el accionar de los siete seminaristas que lo acusaron a “un complot” en su contra con fines “económicos”. Además, entendió que crearon “la figura de un monstruo” y aclaró que “no caminó desnudo” por los pasillos del seminario.
“No quiero acoso periodístico”, le advirtió a su abogado. Sin embargo, y después de varios meses de insistencia, Ilarraz accedió a contestar las preguntas de PERFIL junto a su defensor. “Cuando se realiza una acusación, puede haber una multiplicidad de facetas o intereses para realizarla. Puede moverlos el odio, la venganza o los intereses económicos, entre otros”, analiza Ilarraz desde Tucumán, su lugar de residencia desde 1997.
—¿Se siente responsable de algo?
—Es tremendo lo que armaron estos tipos. Desde que el seminario era un campo de concentración, que comían comida en mal estado, que no tenían libertad, que había todo tipo de práctica personal y comunitaria de abusos repetidos y corrupción a cielo abierto. Es impensable que alguien pueda creer en algo de todo esto, y que haya habido tanta impunidad. Fui reconocido y apreciado por muchísimos seminaristas en los años vividos en el seminario como en los posteriores a mi partida del mismo. El perfil de un pedófilo, dice la ciencia, se lo reconoce en sus hechos y perdura en el tiempo. O sea, no se cura.
—¿Qué piensa del abuso sexual a menores en manos de un sacerdote?
—Cualquier tipo de abuso es una aberración. Pero mucho más cuando hablamos de menores y más aún cuando nos referimos a un educador o a un religioso. Ninguno, en sus cabales normales, podrá decir una cosa contraria. Es un delito aberrante.
—¿Los seminaristas, cuando estaban bajo su supervisión, acostumbraban ingresar a su cuarto?
—Todos los sacerdotes del seminario teníamos dos habitaciones, un escritorio y un dormitorio. Eso quedó muy claro en el testimonio de todos los que pasaron. O sea que el sitio adonde ellos iban era al escritorio donde se hacían reuniones organizativas, lugar donde encontraban al sacerdote para cualquier tipo de consulta. Los denunciantes sitúan tanto este espacio como los dormitorios donde dormían los cincuenta seminaristas y también la batería de baños al final del pabellón. Hasta dijeron que me paseaba desnudo por dichos pabellones comunitarios. En el expediente quedó claro que ninguno de los treinta testigos me vio ni desnudo, ni en ropa interior, ni en ninguna situación extraña. Es una falacia decir todo esto y así querer crear la imagen de un monstruo, de un enfermo, que esperaba “los últimos cuatro o cinco que salían de la ducha para secarlos con la toallita”, como diría un denunciante.
—¿Es culpable o inocente?
—Me dijo una señora el año pasado: “padre usted no tiene que defender su inocencia. Son sus obras y sus años de servicio sacerdotal que atestiguan por usted”. Esta frase me llenó de consuelo y fortaleza. Me conocen hace casi 20 años por esta provincia, siempre cercano a la gente. Pero para que quede muy claro: soy inocente. Además desde el principio mis abogados se encargaron de repetirlo desde el primer momento. Ni la Justicia ha tenido pruebas para incriminarme; ni siquiera los casi treinta testigos que pasaron por el juzgado dijeron algo desfavorable. Por donde me muevo la gente me saluda, me abraza y comparte mi dolor.


Definen la prescripción

Los hechos por los que se lo acusa a Justo José Ilarraz tienen más de veinte años. Por eso, la defensa del sacerdote reclamó la prescripción de la causa. La Sala I de la Cámara del Crimen de Entre Ríos dio lugar al pedido, pero más tarde el Tribunal Superior rechazó esa resolución. Ahora debe ser evaluada nuevamente por otros jueces.
“Confiamos que la nueva sala (la II de la Cámara del Crimen, integrada por Marcela Davite, Ricardo Bonazzola y Marcela Badano) va a rechazar la prescripción y, por fin, esta causa podrá seguir su curso y ser tratada por la denuncia en concreto”, explicó a PERFIL Jorge García, procurador general del Superior Tribunal de Justicia.
García estima que en febrero se conocerá la resolución de la Cámara y si es favorable para los querellantes, el sacerdote será llamado a indagatoria. “Nosotros tenemos pensado llamar a todos los seminaristas que estuvieron bajo la supervisión de Ilarraz durante esos años. Tenemos cincuenta víctimas anotadas y las vamos a llamar”, aseguró.
El Superior Tribunal no opinó sobre la cuestión central de la prescripción, pero anuló la resolución de la Sala I de la Cámara Penal porque sólo emitió opinión sobre dos de las denuncias contra Ilarraz y dejó afuera las cinco restantes.

Publicado: Diario Perfil

martes, 29 de octubre de 2013

Una familia argentina que creció al estilo Breaking Bad

Breaking Bad, la exitosísima serie estadounidense, tiene su versión real. Y es argentina. Una familia tipo santafesina disparó sus ingresos gracias a un emprendimiento “casero”: una cocina de drogas que presuntamente montó en una casa de un country de la localidad de Funes.
El supuesto cabecilla –que está detenido junto a su esposa y sus dos hijos– es un hombre que vivió sin deudas y con lo justo hasta que presuntamente decidió dedicarse al negocio del narcotráfico. Dueño de una remisería y oportunista. Así se describe Delfín David Zacarías. "Compro casas, las refacciono y las vendo. Entré a la remisería, ascendí a encargado y después me quedé como dueño", contó en alguna oportunidad sobre sí mismo. Bonachón, poeta y adinerado, lo recuerdan las crónicas periodísticas. "La cabeza de la cocina más grande detectada en Argentina". Así lo definió el secretario de Seguridad, Sergio Berni.
Este hombre de 48 años volvió a quedar tras las rejas (ya había cumplido una pena por narcotráfico) al caer el 5 de septiembre pasado en un megaoperativo que empezó en la provincia de Buenos Aires, cuando cargó en su camioneta bidones con acetona, y culminó en su casa en el Country Club de Funes. Pero no estaba solo. Su mujer, Sandra Inés Marín, es la encargada de la remisería “Frecuencia Urbana”, propiedad de la familia. Según declaran, esa empresa sería el motor de los logros económicos que alcanzaron: 24 vehículos, 36 propiedades y 13 cocheras a nombre de la familia. La relación entre Delfín y Sandra comenzó hace más de dos décadas, y juntos tuvieron a Joel (21) y Flavia (24).
La hija es una joven estudiante de una carrera terciaria administrativa y lleva los números de los negocios de su padre. Joel está practicando manejo de grúas para desempeñarse en la constructora de la familia. Hace más de un año inició una relación con Ruth, con quien tuvo una hija, y luego se separó.  Fernando Sirio, el abogado de la familia, dijo a PERFIL que está preocupado por la salud del joven (sufre fibrosis quística) porque desde su detención no puede realizar el tratamiento. En Breaking Bad, el hijo del protagonista también sufre una grave enfermedad.
A diferencia de lo que sucede en la serie, el fiscal del caso, Juan Murray, cree que los familiares de Zacarías forman parte de la organización. Habla de “una banda organizada para la producción y la comercialización de estupefacientes”, y explica que “gracias a la información recogida se llegó a establecer que Zacarías no era solamente un mayorista de sustancias estupefacientes, sino un productor”. Además, entiende que Sandra y Joel se encargaban del traslado de precursores químicos y la producción y la distribución de la droga. Flavia es mencionada como “la administradora” que lleva los papeles de la organización y abona las cuentas. Ruth sería informante y productora.
Pero los Zacarías no eligieron una casa rodante para montar la cocina de droga sino, por el contrario, una propiedad en medio del country. Allí se incautó una gran cantidad de droga, más recipientes con precursores químicos, una computadora, dinero, dos prensas hidráulicas y una balanza electrónica. En los distintos allanamientos se detuvo a 12 personas; cuatro recuperaron la libertad, pero al resto se les dictó la prisión preventiva y están detenidos en alcaldías, excepto por Ruth, que obtuvo el beneficio de la prisión domiciliaria para amamantar a su pequeña hija.

viernes, 4 de octubre de 2013

Mató a su compañero después de acusar 20 años de bullying


Las puertas estaban abiertas, él estaba frente a la computadora. Yo en un bolsito tenía tres armas, saqué una y me la coloqué entre el pantalón y la oculté con la remera. Bajé del auto, golpeé la puerta y él salió diciendo: ‘Qué mierda te pasa’. Ahí tuve la reacción de defenderme y le tiré al brazo izquierdo. Después no me acuerdo nada más".

En el inicio del juicio en su contra, Adrián Molaro (24) describió el momento en el que mató a su ex compañero Alexis Céparo, al que acusa de hostigarlo y maltratarlo desde que iban juntos al jardín de infantes de la localidad entrerriana de Cerrito.

Adrián se reconoció víctima de bullying desde los 4 años pero aseguró que eligió no contárselo a sus familiares y amigos. “Al comienzo eran sólo golpes. Eramos muy chiquitos. Pero cuando crecimos, me escupía, me pegaba; él siempre fue más grande que yo. Al boliche no podía ir porque si me agarraban, me pegaban; en el colegio me empujaba, insultaba a mi familia. Nunca se lo conté a nadie porque no quería involucrar a nadie”, resumió Molaro. El 21 de enero de 2012 le disparó tres tiros. Alexis, de 22 años, murió. Y Adrián fue detenido después de estar veinte días prófugo.

Hace dos semanas comenzó el juicio. Unos treinta testigos describieron a los chicos con personalidades contrapuestas. Hablaron de Alexis como un chico popular entre sus pares, educado y carismático. Era fútbolista, disc jockey y conducía un programa de radio. Adrián era todo lo contrario. Siempre pasaba desapercibido. Era solitario, retraído y fanático de las armas.

El fiscal Rafael Cotorruelo sostuvo que el acusado “atacó a un chico indefenso”. La familia opina que lo asesinó porque “le tenía envidia”. Por su parte, el abogado defensor, Marciano Martínez, explicó que “el bullying es una relación de poder que se ejerce sobre uno, no contra muchos; por eso hay pocos testigos. Es una situación similar a la de la mujer golpeada. Es un joven que por su personalidad, es sujeta a ser víctima de abuso. A Molaro no lo conoce nadie porque siempre fue muy solitario”. Y se sinceró ante PERFIL: “Es un caso complejo”. Los peritos psicólogos concluyeron que Adrián padece un “daño psíquico” por una “vivencia de hostigamiento”.

El padre del acusado declaró en el juicio y recordó el trauma que significó para su hijo el viaje de egresados: “No quería ir a Bariloche. Le dijimos que fuera porque iba a ser su única oportunidad. Pero Adrián no quería porque los otros chicos lo molestaban. Cuando volvió, vino mal y con dolores de cabeza, sólo nos dijo que él ya nos había dicho que no quería ir a ese viaje”.

lunes, 23 de septiembre de 2013

A un mes de la fuga, poco cambió en el penal de Ezeiza

A un mes de la espectacular fuga del penal de Ezeiza las cosas cambiaron poco. Más de la mitad de los presos siguen prófugos y los sistemas tecnológicos de seguridad todavía no fueron reparados. El Servicio Penitenciario Federal (SPF) explicó que los insumos son “costosos y de difícil adquisición”. Lo que sí se modificó es el modo de trabajo: se agudizaron las requisas, los controles a las visitas son más minuciosos y se equipó al personal con elementos básicos de los que carecían.

El sistema carcelario se vio revolucionado cuando se conoció la noticia de la fuga de 13 internos de una cárcel de máxima seguridad. En la celda 22 del pabellón B, del módulo 3, cavaron un pozo de 40 por 22 centímetros. Los brasileños Thiago Ximenez y Renato Dutra Pereira fueron señalados como los ideólogos del plan de fuga. Conocedores de las deficiencias iniciaron la obra durante los festejos por el Día del Niño, y cuando los guardiacárceles y las autoridades estaban abocados a todos los eventos. El 19 de agosto a las 23 escaparon en medio de la oscuridad reinante. Se fueron por el boquete de un metro de largo, corrieron por el predio y cortaron cuatro tejidos de alambre. Las cámaras de seguridad y los sensores perimetrales no funcionaron. Nadie vio nada.

Desde el SPF, a cargo de Alejandro Marambio, informaron a PERFIL: “A la fecha los equipos de seguridad continúan sin funcionar. Esta información ya había sido adelantada al momento de producirse la evasión y se aclaró que los insumos para las reparaciones eran costosos y de difícil adquisición”. El encargado de aclarar este asunto fue el entonces jefe del SPF Víctor Hortel, quien al día siguiente de conocerse la noticia renunció a su cargo porque entendió que era el “máximo responsable” de la fuga. En una conferencia de prensa explicó que los sensores perimetrales no se activaron porque “estaban fuera de funcionamiento por la falta de mantenimiento y porque no se conseguían repuestos, que eran españoles”.

El SPF prefirió no referirse a las medidas de seguridad implementadas luego de la evasión. Al respecto dijeron que “por cuestiones sensibles a la seguridad del establecimiento, no se dará información”. PERFIL pudo saber que se agudizaron las requisas, las recorridas por turnos y que se incrementaron los patrullajes. “Antes hacíamos una recorrida en el pabellón por turno o no se hacía, pero ahora se recorre el lugar entre tres y cuatro veces por turno. Las requisas también se incrementaron”, destaca un guardiacárcel consultado por este diario. “Todavía no hubo modificaciones en los sistemas tecnológicos, pero se equipó al personal. Nos dieron una linterna de alto alcance, botas y pilotos para la lluvia. Elementos básicos con los que no contábamos antes. Hay más patrullajes por el predio y circulan cuatriciclos que antes no se veían”, reconoce.

Por su parte, los presos manifestaron sus quejas por la designación de Marambio, los cambios operativos en el penal y hablaron de políticas represivas en un comunicado de prensa que publicó el diario Tiempo Argentino: “Para los familiares que nos visitan implementaron como metodología requisas excesivas, innecesarias e inmorales, maltrato verbal, rotura de la mercadería que con mucho esfuerzo las familias intentan hacer llegar, prohibición de ingreso de artículos que hasta hace algunos días estaban autorizados”.

Hoy se cumplen 33 días de la fuga del penal y todavía hay siete prófugos que no fueron recapturados. Los internos del módulo 3 que no escaparon fueron trasladados al módulo de ingreso, y éstos reubicados en donde se produjo la fuga. Todo sigue funcionando, pero con algunos boquetes por tapar.