Un día tocaron el timbre con el decodificador y no tuvimos opción, la televisión digital estaba instalada en el living de casa. Pero en vez de mejorar el servicio, empeoró. Ahora, al lado del control en vez de tener el mate está el teléfono con el 0-800 de la empresa pegado al dorso del aparato.
¿Porqué este rechazo a la nueva tecnología? Por más de una razón. Para empezar, la mitad de los canales, la mitad del día no tienen señal. La elección se reduce a las novelas mexicanas, algún documental o los oradores brasileños.
De zapping ni hablar, el paso de un canal a otro tarda una eternidad. Si uno tenía la costumbre de hacer un recorrido veloz por la grilla televisiva ahora tendrá que armarse de paciencia.
Otro de los inconvenientes es el delay entre audio e imagen. Ayer “viendo” el noticiero escuchaba a los periodistas en el estudio, pero aparecían las imágenes de la tanda de publicidad anterior al último bloque. Cuando la imagen no se queda congelada y el programa continúa...
En fin, la realidad me hizo ubicarme del lado contrario a la televisión digital y hoy puedo decir que odio a esta nueva tecnología.
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