Mario estaba acostumbrado a vivir solo, y le agradaba. Un día, sin buscarlo, Alejandro le ofreció una exhibición de malabares en el corte de un semáforo cualquiera a cambio de unas monedas. No fue un chico más pidiendo, y tampoco un conductor cualquiera. Hoy hace más de un año que Mario es el “papá” de Ale y pudo cambiarle el destino a un chico en situación de calle, ya que recuperó peso, va a la escuela y es el mejor alumno y compañero.
Vivían dos realidades totalmente distintas, en dos generaciones diferentes. Mario tenía 43 años, unavida armada, una rutina cotidiana, y una heladera casi vacía por olvido, que lo esperaba todas las tardes o noches, luego de terminar su jornada laboral. En cambio, Alejandro tenía 10 años, idas y vueltas en el colegio, una familia numerosa, y también, una heladera casi vacía pero producto de las dificultades económicas que atravesaban. Por esa razón salía a la calle a ganar unas monedas con dos pelotitas de tenis. Se encontraron por primera vez en un semáforo de Gonnet, provincia de Buenos Aires. Cada uno de ellos se había fijado en el otro por alguna razón inexplicable. La luz roja dio comienzo a esta historia.
(ÉSTA ES UNA DE LAS NOTAS QUE PODÉS ENCONTRAR EN LA 5TA EDICIÓN DE LA REVISTA CONTÁ Y GANÁ, que salió hoy, 5 de enero)
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